Algunos investigadores, como Nic Rawlence, director del Laboratorio de Paleogenética de Otago y profesor titular de ADN antiguo en el Departamento de Zoología de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda, ya sugieren que casi el 40% de las especies que residen actualmente en nuestro planeta podrían extinguirse en el año 2050. Estas previsiones agoreras sintonizan, de hecho, con la idea de que está llegando una Sexta Extinción, como resultado de la actividad humana desde la Era de la Exploración.
Muchas especies y subespecies conocidas, como el orangután de Sumatra (Pongo abelii), el leopardo de Amur (Panthera pardus orientalis), el elefante de Sumatra (Elephas maximus sumatranus ), el rinoceronte negro (Diceros bicornis), la tortuga carey (Eretmochelys imbricata), el tigre de Sunda (Panthera tigris sondaica) y el gorila de Cross River (Gorilla gorilla diehli) están clasificados como «en peligro crítico”. Según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) casi de un tercio de todas las especies evaluadas están actualmente en peligro de extinción (alrededor de 41.000 especies).
Hay innumerables especies menos conocidas que a menudo pasan desapercibidas para nosotros, como los insectos, que también están en riesgo. Una revisión de 2019 publicada en la revista Biological Conservation sugiere que más del 40% de las especies de insectos están amenazadas por la extinción, como el saltamontes de punta blanca (Chorthippus acroleucus), el grillo de los Alpes del Sur (Anonconotus apenninigenus), la mariposa azul de Swanepoel (Lepidochrysops swanepoeli), el abejorro de Franklin (Bombus franklini) y el saltamontes sin alas de las Seychelles (Procytettix fusiformis).
La vida silvestre de agua dulce también ha sufrido una disminución del 84%, la disminución promedio de la población más marcada en cualquier bioma, equivalente al 4% por año desde 1970. Y según un informe de 2018 del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), más del 90 % de los arrecifes de coral del mundo podrían estar muertos para 2050, incluso si frenamos el avance del cambio climático.
También un informe de 2022 publicado en la revista Nature sugiere que dos de cada cinco anfibios (40,7%) están ahora en peligro de extinción.
También la vegetación podría estar en peligro, porque el cambio climático se ha visto implicado en los incendios forestales que han batido récords en el oeste de Estados Unidos, Australia y otros lugares. Al mismo tiempo, la deforestación sigue aumentando en todo el mundo y es especialmente perjudicial en los bosques tropicales.
¿Qué podemos hacer para evitar la Sexta Extinción?
El factor principal de esta pérdida animal se debe a nuestra alimentación: necesitamos mucha tierra para producir alimentos, lo que se traduce en una pérdida y degradación del hábitat, incluida la deforestación. Es decir, el problema reside en que cada vez somos más personas.
¿Podemos revertir este proceso y evitar la Sexta Extinción? En realidad, no se sabe. Depende de demasiados factores. Por un lado, sin duda estamos haciendo grandes esfuerzos por preservar la extinción de muchas especies. Por ejemplo, desde 1993, hemos evitado la desaparición de al menos 28 especies de aves y mamíeros. La amazona puertorriqueña Amazona vittata, el caballo de Przewalski Equus ferus, el alagoas Antwren Myrmotherula snowi, el lince ibérico Lynx pardinus y el zancudo negro Himantopus novaezelandiae son algunas de las especies que se habrían extinguido en las últimas décadas si no llegamos a actuar a tiempo, tal y como revela un estudio en Conservation Letters.
En cuanto a la vegetación, según un nuevo estudio publicado en Science, en lugar de malgastar el dinero plantando muchos árboles de una forma que está destinada a fracasar, tiene más sentido centrarse en mantener sanos los bosques existentes. Esta estrategia sería más eficaz para que los bosques sigan actuando como «sumideros» de carbono, eliminando el carbono de la atmósfera mediante la fotosíntesis y almacenándolo en los árboles y el suelo.
Sin embargo, a pesar de nuestros esfuerzos, la deriva actual no parece muy halagüeña. De hecho, incluso si la humanidad dejara de existir hoy mismo, quizá la propia Tierra se condenaría a sí misma a la Sexta Extinción, tal y como sostienen algunos investigadores.
Esto sucedería porque el aparente equilibrio de la Tierra, que conceptuado bajo la hipótesis de Gaia (idea popularizada por el químico James Lovelock), quizá solo sea una ilusión. Para algunos, en vez de Gaia, la Tierra representaría a Medea, su cara más oscura. Mientras que Gaia es la buena madre Tierra, Medea, en la mitología griega se vuelve contra sus propios hijos. En otras palabras, bajo este paradigma la vida sería la principal amenaza de la vida.
Por esa razón, ya se han producido cinco extinciones masivas en el pasado, antes incluso de que el ser humano existiera. Desde esta perspectiva, las extinciones masivas son intentos suicidas de volver a un estado biológico microbiano, como al comienzo de la historia de la Tierra.
La más antigua de estas extinciones, la extinción masiva del Ordovícico tardío (LOME), tuvo lugar hace unos 445 millones de años y, según un nuevo estudio publicado en Nature, se produjo porque un enfriamiento climático global alteró los patrones de los corrientes oceánicas y bajó los niveles de oxígeno marino. Más tarde vinieron otras cuatro extinciones debido a distintos motivos, como asteroide y volcanes.
Es decir, que bajo la hipótesis Medea, el ser humano está actuando sobre un sistema que es de por sí muy inestable. En tal caso, parece que lo tenemos muy difícil. Sin embargo, somos la primera especie de la historia de la Tierra que es capaz de introducir profundas disrupciones tecnológicas a escala global, como lo fue en su momento la agricultura, la imprenta, la electricidad, el motor de explosión, el ferrocarril o internet. El simple desarrollo de memorias digitales probablemente ha ahorrado la tala de millones de árboles destinados a producir papel.
En tal caso, deberíamos insistir en intentar preservar el medio ambiente a la vez que desarrollamos tecnologías que nos permitan impactar menos en él y evitar la Sexta Extinción. Por ejemplo, bacterias que se coman el plástico de los océanos, mejores baterías para almacenar la energía intermitente de las fuentes renovables, métodos de captación y almacenamiento de CO2, biotecnología para desarrollar nuevos materiales con mejor impacto medioambiental o transgénicos para alimentarnos más y mejor. Y cruzar los dedos.
Sergio Parra