Las bodegas Güell, un tesoro arquitectónico firmado por Gaudí
Escrito por
20.11.2023
|
6min. de lectura
Índice
A muchas personas les extrañará saber que hay obras de Gaudí que aún no conocían. Uno de los arquitectos más famosos de la historia de este país, cuyo trabajo puede que sea de los más reconocibles de los últimos dos siglos, aún tiene secretos escondidos para algunos. Tienen suerte, porque aún ostentan la posibilidad de maravillarse por primera vez con las creaciones del tarraconense, una sensación irrepetible y de la que no tantos artistas pueden presumir. Más allá de la Sagrada Familia, la Casa Batlló o La Pedrera, el creador dejó su huella en otros puntos de la península ibérica.
Las bodegas Güell son unas de las integrantes de ese listado de creaciones de Gaudí-no-tan-famosas. Fueron, como se puede adivinar por su nombre, una petición del industrial que ejerció de mecenas del arquitecto con más ahínco (por ejemplo, otra de sus creaciones más visitadas también lleva su apellido: el Park Güell). En 1874, este conde llamado Eusebi compró un terreno de 825 hectáreas en El Garraf para cultivar uvas y elaborar vino.
El sitio se encuentra pegado a Sitges y representa la buena combinación de mar y montaña característica de muchas zonas del Mediterráneo. Era también un lugar estupendo para invitar a amigos, conocidos y socios de negocios por lo que el empresario le pidió a Gaudí que construyera un pabellón de caza en el que alojarles. La idea nunca llegó a materializarse, pero una década después volvió con otro encargo que sí se concluyó: unas bodegas que el arquitecto diseñó junto a Francesc Berenguer (a quien muchos atribuyen la autoría).
Elaboradas con piedras de la cantera de Garraf, tienen forma de triángulo, tejados terminados en chimeneas picudas, tres pisos de altura y dos de sótano, donde se situaban las bodegas en sí mismas. En el bajo estaban las cocheras y el alojamiento del servicio, la primera planta era la vivienda familiar y la parte más alta del edificio se destinó para una capilla desde donde se puede ver el mar.
En esta ocasión, Gaudí dejó de lado su popular trencadís (los mosaicos con los que decoró algunas de sus creaciones como el Park Güell) y dejó que su trabajo se quedase integrado con el espacio natural en el que está emplazado. Esta construcción pertenece al periodo neogótico de Gaudí.
A Güell no le fue bien el negocio del vino –su calidad era cuestionable– y en 1936 una plaga de filoxera terminó con los viñedos así como con la empresa. En 1977, la familia Granada adquirió todo el conjunto, que hasta hace poco era un restaurante. Actualmente, el espacio está cerrado al público aunque se puede ver desde el exterior. Una buena excursión puede ser conocer la famosa y coqueta playa de las casetas de Garraf y después subir hasta estas bodegas que proyectó Gaudí (o al revés).
Los otros encantos de Gaudí
No puede decirse que sean obras secundarias, pero sí menos conocidas. Hay que tener en cuenta que competir con los trabajos que se pueden ver en Barcelona, como la Sagrada Familia o el Park Güell, es una tarea titánica y casi imposible, así que el hecho de que no todo el mundo sepa de su existencia es ‘normal’. Estos son algunos de ellos.
Colegio Teresiano
Este edificio situado en Sant Gervasi de Cassoles, un pueblo que ahora forma parte de la ciudad de Barcelona, fue un encargo de Enric d’Ossó, fundador de las Teresianas, en 1889. La petición tenía un espíritu muy diferente al del resto de trabajos de Gaudí, ya que debía dejar de lado la opulencia y diseñar algo acorde a la austeridad que profesaba la congregación. Sería un colegio con estudiantes internas y monjas teresianas, que también tenían su propio espacio para estudiar.
Tampoco tenía mucho presupuesto para la obra, pero aún así consiguió erigir un edificio con personalidad propia, con muros de ladrillo y corona de pináculos, así como cuatro torres que le dan un espíritu medieval.
Casa Botines
Gaudí también salió de Cataluña para trabajar. Un ejemplo es la Casa Botines situada en León y que ahora acoge “el museo de Antonio Gaudí más grande del mundo”, según sus propias fuentes. Simón Fernández y Mariano Andrés, socios de un negocio textil, pidieron al arquitecto en 1887 –a quien conocieron a través de Eusebi Güell– un edificio en el que tener un espacio comercial, una parte de almacenes para guardar la mercancía y varias plantas de viviendas para poder alquilar a la burguesía de la ciudad.
Así, Gaudí construyó su primer edificio de pisos para vecinos (después vendrían otros como La Pedrera), que acabó teniendo siete plantas con influencia de la arquitectura nórdica, gótica y renacentista. Después de alojar el negocio de Fernández y Andrés, la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de León compró la edificación y la convirtió en su sede en 1929. En 2017, pasó a manos de la Fundación Obra Social de Castilla y León (FUNDOS), que la transformó en el museo que es hoy.
Jardines Artigas
Gaudí dejó su rastro por partida doble en La Pobla de Lillet, un municipio de la provincia de Barcelona. Por un lado, acudió a la llamada, una vez más, de Eusebi Güell que había fundado la primera fábrica de cemento Portland en España, en concreto en el Clot del Moro. El carbón con el que se alimentaba dicha industria salía de las minas del Catllaràs, así que el empresario le pidió al arquitecto el diseño de una residencia para los trabajadores que tenían que desplazarse hasta allí. De ahí salió el Xalet del Catllaràs, que aún se puede ver aunque está abandonado.
Durante el desarrollo del proyecto, Gaudí se alojó en la casa de otros empresarios muy prósperos en la época, que residían en la zona, los señores de Artigas. En agradecimiento por su hospitalidad, les diseñó unos jardines para la finca que poseían, que actualmente se pueden visitar. Por él transcurre el río Llobregat y es el único jardín húmedo firmado por Gaudí.
Carmen López