Beget, el pueblo medieval más escondido de Girona
Escrito por
07.09.2023
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El paisaje de Girona tiene dos elementos más que destacables. Uno de ellos es el conjunto de volcanes que reside en La Garrotxa, uno de los espacios naturales por excelencia de Cataluña. Y el otro es la figura de los castillos medievales que se recorta en el horizonte. Los admiradores de dicha época histórica tienen en este lugar del este de la península ibérica un destino remarcable para conocer cómo era la vida –o al menos la arquitectura– en aquellos tiempos en los que la cota de malla estaba de moda. Y Beget es uno de los pueblos medievales más interesantes pero también uno de los más desconocidos.
Mientras que sitios como Besalú o Pals acogen a la mayoría de interesados en el medievo, en las calles empedradas de Beget aún se puede escuchar el silencio (esto parece un oxímoron, pero no lo es). Es importante saber que, en parte, ese halo de secreto que envuelve al pueblo se debe a que llegar a él no es tan sencillo como a otras villas de similares características.
El transporte público está descartado y los accesos son por carretera, bien desde Camprodón o bien desde Castellfollit de la Roca. Los vehículos pueden dejarse en aparcamientos justo antes de entrar al pueblo, que no es demasiado grande (no supera los 30 habitantes, aunque en el pasado llegó a rondar los 1.000).
El origen de Beget se remonta a la Edad Media como se puede adivinar observando su arquitectura. En concreto, el primer conocimiento que se tiene de su existencia es de 1168, aunque pudo nacer mucho antes, por supuesto. Desde 1969 pertenece al término municipal de Camprodón, en la comarca del Ripollès, pero antes era independiente (con el tiempo, su vida se vio reducida a lugar de segundas residencias o de visita). Además, forma parte del Inventario del Patrimonio Arquitectónico de Cataluña.
Qué ver en Beget
Pese a la pequeña extensión que ocupa, el pueblo está dividido en tres ‘partes’. Estos barrios, por decirlo de alguna manera, están conectados por los puentes que aportan un peso importante de la personalidad de la villa, ya que la separación está producida por dos arroyos (Beget se sitúa en la cabecera del río Llierca). En la parte más antigua de la localidad se puede visitar la iglesia de Sant Cristòfol de Beget, cuyo origen data del XII y alrededor de la cual se fue conformando la actividad del pueblo en su nacimiento.
Se trata de un templo de estilo románico, en el que destaca su torre del campanario, que tiene cuatro pisos y mide 22 metros de altura, que se asientan en otra construcción previa posiblemente del siglo X. En su arco triunfal se pueden observar unas pinturas que el artista Joaquim Vayreda realizó en 1890 y cuyo estilo responde al románico tradicional. En el interior del edificio reside una sorpresa: la talla que representa a Jesucristo en Majestad que mide dos metros de alto y pertenece al siglo XII. El templo fue declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional en el año 1931.
El atractivo de Beget también está procurado por sus dos puentes, como no podía ser de otra manera en un pueblo de origen medieval. Si bien no sirvieron de acceso a una fortaleza, como puede ser el de Besalú, sirven para que se pueda llegar a todas las partes del pueblo sorteando el agua, como se explicó anteriormente. El más antiguo de los dos data del XIV y dirige al caminante a la Torre del Reloj.
Pero, sin duda, el encanto de esta villa medieval emana de la arquitectura de sus casas y del empedrado de sus callejuelas. Las viviendas se caracterizan por sus fachadas de mampostería, los marcos y las ventanas de madera y los tejados de teja árabe que permite que la lluvia resbale hacia el suelo. Aunque con los años han experimentado modificaciones debido a las diversas restauraciones a las que han tenido que someterse, el aspecto de los edificios sigue correspondiendo al imaginario medieval.
Punto de partida para hacer senderismo
Beget está en un entorno natural privilegiado y desde su territorio parten diversas rutas de senderismo. Una de las más populares es la que lleva a Oix, otro enclave de La Garrotxa, atravesando el valle de Hortmoier. Tiene un recorrido de 14,51 y un nivel de dificultad bajo. Desde el pueblo también se puede iniciar la subida al Pic de les Bruixes, que está a 1.393 metros de altitud. La ruta, que pasa por el Comanegra, se extiende durante 23,31 kilómetros y su nivel de dificultad es moderado. El tiempo estimado del recorrido ida y vuelta es de unas siete horas.
Para quienes quieran estirar las piernas pero no emprender una excursión de horas, existe la opción de visitar la ermita del Remei. Está situada a las afueras del pueblo, por lo que hay que caminar un poco pero no tanto como para fatigarse. Se trata de un templo también conocido por los lugareños como ‘La capella’ que se construyó entre los siglos XVII y XVIII. En una de las piedras se encuentra grabado el año 1769, que seguramente haga referencia a alguna reconstrucción.
Durante los meses de calor –si la sequía lo permite– una buena idea es acercarse a los Gorgs de Beget (unas pozas naturales) y darse un baño en sus aguas cristalinas y, cuidado, frías. Se llega a ellos a través de un camino por el campo, por lo que se recomienda llevar calzado adecuado.
Unir actividades al aire libre y gastronomía siempre es buena idea, así que nada mejor que echarse unos bocadillos en la mochila antes de salir a caminar. La zona de La Garrotxa es famosa por sus embutidos, por lo que los ingredientes que deben acompañar al pan están bastante claros. Y quienes necesiten reponer fuerzas con algo más potente, a la vuelta pueden disfrutar de algún plato típico como la ‘butifarra amb mongetes’. Bienvenidos a lo mejor de la Edad Media.
Carmen López