Entre el Tajo y el Guadiana y con tres sistemas montañosos que la atraviesan, esta es una tierra de ciudades históricas, de valles que florecen con la primavera en el blanco rotundo de las flores del cerezo, tierra de leyendas y de antiguos conquistadores que fueron allende los mares a probar suerte. Poco poblada, con tres Patrimonio de la Humanidad, con un cielo nocturno como pocos y con uno de los mejores jamones ibéricos, Extremadura es un secreto a voces que no deberías perderte.
Una naturaleza sorprendente
Si trazamos en el mapa un triángulo con Plasencia, Trujillo y Navalmoral de la Mata, obtendremos el espacio que ocupa el Parque Nacional de Monfragüe, la más extensa y mejor conservada superficie de monte mediterráneo a nivel mundial. El parque debe su nombre a los romanos, que llamaron a esta zona “Mons Fragorum” por lo fragosa que era. Por supuesto, se puede visitar en cualquier época del año; pero hacerlo en otoño es impresionante. En esa época del año, llega el celo a los ciervos adultos y estos llenan el paisaje con sus bramidos, conocidos como la berrea.
La huella romana
Si seguimos la huella de los romanos acabaremos a la fuerza en Mérida, cuyo valioso conjunto arqueológico le valió ser reconocida como ciudad Patrimonio de la Humanidad. Ahí encontraremos el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida. “La obra de mi vida”, dijo su arquitecto, Rafael Moneo. Una construcción robusto de ladrillo rojo que evoca la grandeza de los edificios romanos. Su patrimonio va más allá: tras la caída del Imperio Romano, por aquí pasaron, visigodos y árabes. Y de todos ellos quedó rastro hoy en día.
Más romanos en Extremadura
No hay que perderse el puente romano de Alcántara, que lleva ahí desde el siglo II d. C. Seis arcos perfectos sobre el tajo que facilitaron el paso de Portugal a España. Fue construido en honor al emperador Trajano y durará lo mismo que dure el mundo, o al menos eso es lo que dice su inscripción en latín: «PONTEM PERPETUI MANSVRVM IN SECULA MVNDI».
De tierra de descubridores a escenario de Juego de Tronos
Sin duda, la Plaza Mayor de Trujillo es una de las más bellas de España. Hay que sentarse en una de las terrazas de los bares que hay allí, en los soportales, y tal vez tomar un vino, y contemplar las dimensiones de esta plaza. La iglesia de San Martín destaca esbelta en un flanco de la misma. A su lado, la imponente estatua ecuestre de Francisco Pizarro, conquistador de Perú.
De Trujillo también partió Francisco de Orellana, descubridor para Europa del río Amazonas. La ciudad ha sabido conservar aquella esencia medieval de aventura y misterios. Algo de lo que se dieron cuenta los técnicos de localizaciones de Juego de Tronos, que escogieron la muralla que rodea el arco del Triunfo y en un aljibe cercano para rodaje de la serie.
Una de las juderías más bellas de España
El viajero se encuentra Hervás en las faldas de la sierra de Béjar, rodeado de bosque. Mejor entrar a la localidad por el barrio San Andrés: es la mejor vista de este encantador pueblo y, además, una vez que se pasa el puente de la Fuente chica se está a un paso del barrio judío. La judería de Hervás, fruto del asentamiento de judíos que llegaron en el siglo XV, es una de las mejor conservadas de España y, como tal, fue declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1969.
Aventuras a la extremeña
Extremadura también tiene para los más aventureros. ¿Imaginas hacer vela o piragüismo en plena comarca de La Serena extremeña? Pues sí, es posible gracias al embalse de Orellana, donde encontramos la que fue la primera playa de interior con bandera azul de España. Para ello hay que ir hasta Orellana La Vieja (Badajoz). Cuenta con plataformas para tomar el sol, hay arena o césped e, incluso, chiringuitos. Se puede practicar deportes náuticos como windsurf, vela o piragüismo. Y, un valor añadido: es posible observar el vuelo de los buitres leonados y águilas reales, puesto que es zona de especial protección para las aves (ZEPA). Lo único que no hay son gaviotas, que prefieren otros parajes más de agua salada.
Para los amantes de la bici, por Cáceres y Badajoz hay diferentes tramos de la Vía de la Plata que se puede realizar dándole a los pedales. Una excelente forma de hacer deporte mientras se disfruta del paisaje y de la historia de estas tierras extremeñas.
Algo más que jamón
Si os habláramos de uno de los mejores jamones ibéricos no estaríamos revelando un secreto extremeño. Desde las dos estrellas del restaurante Atrio de Cáceres hasta una pringue extremeña hay todo un mundo de sabores. Hay que disfrutar de la Torta del Casar o de los quesos de La Serena y de Ibores; tres espacios con una identidad propia que se pueden visitar, y mejor degustar, siguiendo una ruta del queso.
Y luego están los vinos y todos los platos de mojar pan, como la caldereta de cordero, por ejemplo. Este plato es, resumiendo mucho, algo así como meter todos los buenos sabores de Extremadura en una cacerola de barro y dejar que se mezclen a fuego lento. Por último, porque ese es el orden y no a la inversa, están las perrunillas, los mazapanes, los pestiños, las floretas, las roscas de muégado o los repápalos con leche.
Todas las estrellas a nuestro alcance
Ser una de las comunidades autónomas con menor densidad de población tenía que tener algo bueno: una baja contaminación lumínica en gran parte del territorio. Esto, junto al buen clima y la ausencia de nubes atrae a un gran número de turistas estelares en verano.
En concreto, Extremadura tiene dos zonas reconocidas con el certificado de destino turístico Starlight: la Reserva de la Biosfera de Monfragüe y el entorno del Gran Lago de Alqueva.
José Alejandro Adamuz
Todos los lugares son extraordinarios