Labetxu, el deslumbrante valle de colores del monte Jaizkibel

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05.09.2023

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6min. de lectura

Labetxu
Labetxu. Por unai

Cuentan las leyendas que la naturaleza, en su infinita paleta de colores, decidió derramar sus más vibrantes tonalidades en un rincón especial de Guipúzcoa, en el País Vasco. Un rincón donde el mar se funde con la tierra y donde el viento susurra historias antiguas. Este rincón es conocido como el valle de los colores, o Labetxu, y está incrustado en las montañas de Jaizkibel.

El valle de los colores es una especie de lienzo geológico, una obra de arte forjada por el paso del tiempo. Durante millones de años, los fenómenos naturales han moldeado y coloreado las rocas, creando una armonía de tonos rojizos, amarillos, verdes y ocres que encandilan a todo aquel que los contempla. Pero, ¿cómo llegó a formarse este espectáculo cromático?

Los orígenes geológicos de Labetxu

Labetxu, Jaizkibel
Labetxu, Jaizkibel. Por Noradoa

Para entender la creación de Labetxu hay que remontarse a eones atrás, cuando la Tierra estaba en constante ebullición y transformación. Los movimientos tectónicos, junto con la erosión del agua y el viento, desgastaron lentamente las capas superiores de la tierra, revelando una orquesta de minerales que, al reaccionar con los elementos, dio vida a esta paleta de colores. 

En suma: oxidación, reacciones químicas y una interacción constante con el clima han sido los pinceles y pinturas que la naturaleza ha utilizado para dibujar este paisaje.

Labetxu
Labetxu. Por Noradoa

Pero, más allá de su belleza, Labetxu es un testimonio viviente de la historia geológica de nuestro planeta. Es un libro abierto que narra, a través de sus estratos y tonalidades, episodios del pasado, convirtiéndolo en un lugar de inmenso valor científico y educativo.

Una curiosidad que atrapa a muchos visitantes es la forma en que, dependiendo de la hora del día y la posición del sol, los colores parecen cambiar. Es como si las rocas tuvieran vida propia y decidieran, caprichosamente, mostrar una cara diferente con cada rayo de sol. Algunos lugareños incluso afirman que en las noches de luna llena los tonos adquieren un brillo especial, casi mágico.

Rutas por Labetxu

Labetxu
Labetxu. Por Jorge Argazkiak

Si deseas sumergirte en este espectáculo natural, hay rutas que te llevarán a través del corazón de esta maravilla geológica. Una de las más recomendadas es la que comienza en el puerto de Hondarribia, serpenteando a través de caminos que abrazan la costa, permitiendo vistas panorámicas del Cantábrico. 

A medida que asciendes, el mar da paso a prados verdes y bosques de hayas hasta que, finalmente, el terreno se tiñe con las pinceladas multicolores de Labetxu. Aquí, el viento se siente más fresco y el silencio es interrumpido solo por el canto de las aves y el murmullo de las hojas.

Labetxu
Labetxu. Por unai

El camino no cuenta con señalizaciones y llegar puede ser complejo. Si quieres explorar esta área acompañados de un especialista, la opción más recomendable es contratar alguno de los tours guiados que hay a Labetxu para grupos de todas las características. También existen rutas en barco que permiten contemplar este enclave desde el mar. 

Sea como fuere, si decides adentrarte en el abrazo verde de la naturaleza, hazlo con conciencia y respeto. Cada paisaje, ya sea montañoso, boscoso o costero, ha sido moldeado por miles, sino millones, de años de interacción entre elementos naturales. En lugares donde la geología juega un papel protagonista, como en el caso de las formaciones de arenisca, es esencial ser especialmente cuidadoso.

Labetxu
Labetxu. Por Noradoa

Estas rocas, aunque imponentes y majestuosas a la vista, tienen una estructura delicada que puede ser fácilmente dañada por la erosión, un proceso que puede ser acelerado por el contacto humano. Por ello, el mantra “ver pero no tocar” es una directriz que todos deberíamos adoptar al visitar tales lugares.

Otros “Labetxus” en el mundo

Labetxu, Jaizkibel
Labetxu, Jaizkibel. Por unai

Labetxu no es la única formación de su tipo en el mundo. En lugares como el Parque Geológico Zhangye Danxia en China o el Parque Nacional de la Sierra de las Quijadas en Argentina, encontramos maravillas similares. 

Por un lado, el área de Danxia exhibe una serie de estratos rocosos que varían en color, principalmente debido a la erosión del agua. Estos estratos han sido formados por la acumulación de areniscas y otros minerales durante millones de años. El proceso de erosión y oxidación de los minerales ha dado lugar a la variada paleta de colores que vemos hoy, que incluye tonos de rojo, amarillo, verde y marrón.

Parque Geológico Zhangye Danxia
Parque Geológico Zhangye Danxia. Por Tatiana Kashko

Por otro lado, el Parque Nacional de la Sierra de las Quijadas alberga una rica diversidad de formaciones, desde mesetas hasta profundos cañones. Las rocas aquí muestran una variedad de colores, desde rojos profundos hasta verdes, causados por diferentes tipos de minerales y su interacción con el entorno a lo largo del tiempo.

Lo que es particularmente interesante acerca de la sierra de las Quijadas es que ha proporcionado importantes descubrimientos paleontológicos, incluidos fósiles de antiguos reptiles y flora, lo que ayuda a los científicos a comprender mejor la evolución de la vida en esta región.

Labetxu
Labetxu. Por unai

Sin embargo, Labetxu posee un encanto singular, quizás por su proximidad al mar, o tal vez por la mística que envuelve a las montañas vascas. Además de las características geológicas del valle de los colores, la zona alberga una amplia variedad de flora y fauna, y es un lugar de interés para botánicos y biólogos. Las montañas de Jaizkibel también tienen un significado cultural e histórico para la región del País Vasco, con antiguas leyendas y mitos asociados a ellas.

Así, Labetxu se erige como un templo natural, un altar donde rendimos homenaje a la danza eterna entre la tierra, el mar y el cielo. Es un rincón donde los colores cuentan historias, donde cada tonalidad es un verso y donde cada roca es un poema. Es, en esencia, una maravilla que nos invita a mirar, a sentir y, sobre todo, a soñar.

Sergio Parra

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