¡Bienvenidos los soñadores! Los pueblos blancos andaluces han alcanzado popularidad y fama gracias a la hermosura de su arquitectura tradicional en contraste con el paisaje natural en el que se enclavan. La historia musulmana de su pasado medieval los hizo grandes y prósperas, y son las tradiciones, sus gentes, la historia y el espectáculo visual los elementos que atraen a los visitantes.
No despiertan del encanto los viajeros que llegan a Arcos de la Frontera, deslumbrados quizás por el reflejo del Sol Andaluz sobre las fachadas de cal de la villa. Sobre la Sierra de Cádiz, las estrechas calles de Arcos de la frontera llevan hasta la cima que domina el río Guadalete, a la cresta donde se alzan las iglesias de Santa María y de San Pedro, desde donde contemplar el valle, el precipicio y la extensión del manto blanco bajo los pies.
Según el decir de los que más entienden, en Andalucía no existe una gastronomía común, sino unas bases históricas y tradicionales que ha llevado a cada una de las regiones a crear la suya propia, de manera que es posible saborear el encanto de arcos de la frontera a través de su gastronomía arcense. Aquí los viajeros comienzan dando cuenta de la «cocina de la huerta», de las tapas, de los guisos y de los productos del mar; la energía necesaria y la primera toma de contacto para recorrer la villa.
El casco antiguo de Arcos de la Frontera ha sido declarado como Conjunto Histórico-Artístico por los valores arquitectónicos que conserva, además de los restos arqueológicos encontrados en los últimas décadas. Pero el paso del Imperio Romano y el musulmán por el otro todavía sigue despidiendo su aroma antiguo. La concepción de Arcos de la Frontera por los árabes se contempla en sus calles y las obras civiles y militares, testigos de piedra como los molinos, el alcázar militar o la muralla.
Concebido como emplazamiento defensivo que controlaba los pasos comerciales y militares, el pueblo de Arcos de la Frontera se encarama por la ladera del monte hasta la cresta de su cima, donde los cristianos construyeron dos de sus templos más emblemáticos. Va pasando el sueño pausadamente en el recorrido de la villa durante la escapada, que no se despierta hasta que se aleja el visitante de Arcos de la Frontera, al tiempo que se encuentran preciosas vistas, quizás puestas de sol, desde enclaves como el mirador de la Peña, el mirador de Abades o el mirador de San Agustín.
¡Felices sueños!
Escapada Rural