Qué pasó con el boom rural tras la pandemia
Escrito por
13.12.2024
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Quien más y quien menos se planteó dejarlo todo para irse a vivir a un pueblo en aquellos meses de pandemia mundial del Covid-19. La angustia de estar encerrados en un piso de una decena de metros cuadrados, a veces incluso compartido, hizo que muchos se preguntaran si por ese mismo precio de alquiler no podrían estar en una casa más espaciosa, e incluso con terreno. O qué inmueble podrían conseguir en una zona rural si vendían su propiedad gris en una colmena impersonal de viviendas en plena ciudad. Todo apuntaba a un incipiente boom rural.
Lo cierto es que algunos lo intentaron y se volvieron; otros fueron y se quedaron. Motivados por la pandemia o no, ya hemos contado historias de personas que cambiaron la ciudad por el pueblo, con las dos caras de la moneda que tiene una decisión así. Y no son pocas las personas que conocen a alguien que dio el paso en el contexto de la pandemia. Pero, ¿qué dicen los datos? ¿Realmente se ha producido un cierto éxodo urbano hacia lo rural o aquel anhelo utópico se quedó en agua de borrajas? Echemos mano de los datos para hacernos una idea realista de lo que pasó con el boom rural tras la crisis sanitaria del coronavirus.
Los pueblos aumentaron su población durante el boom rural
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2022 se apreció un freno a la tendencia global de pérdida de población en los municipios de menos de 10.000 habitantes. Un daño que se llevaba dando desde 2019. De hecho, el 47,1% de estos pueblos empezaron a ganar población en base a los empadronamientos, lo que se traduce en 133.394 residentes más. Así, 3.481 municipios de un total de 7.378 ganaron habitantes respecto al año anterior de la pandemia.
Una cifra que podemos considerar positiva para revitalizar las zonas rurales, pero que tiene una explicación. En general, se trata de pueblos cercanos a polos económicos y turísticos, con buenas conexiones. Es el caso de San Fulgencio y Finestrat, cerca de la costa alicantina, que son los que más población han ganado en este periodo. Le siguen Casares, en la provincia de Málaga, que está a pocos kilómetros de Estepona (una localidad que es más grande que ciertas capitales de provincia con sus 67.000 habitantes). Otros pequeños municipios que crecieron en habitantes están a una hora o menos de Madrid, como Yebes, El Viso de San Juan o Pioz, en Guadalajara y Toledo.
Un estudio elaborado por el Observatorio Social de la Fundación La Caixa de finales de 2023 explica que los primeros meses de la pandemia impulsaron desplazamientos hacia las zonas rurales. Sobre todo, a esos municipios relativamente cercanos a las grandes urbes. Y también aprecia un componente de clase: las personas con más recursos económicos fueron quienes más protagonizaron esa tendencia, seguramente quienes ya disponían de una segunda residencia en el pueblo. En todo caso, señalan que los cambios originados por la pandemia no son profundos, de manera que no podemos hablar de un éxodo urbano o boom rural.
Aumentan su número de habitantes los pueblos cercanos a polos económicos y turísticos y con buenas conexiones. Es el caso de San Fulgencio y Finestrat, cerca de la costa alicantina
A los problemas estructurales de las comunicaciones y falta de servicios en los pueblos más pequeños (tiendas, cajero automático, transporte público, etc.) se suma que el teletrabajo, si bien lo experimentaron muchas empresas durante el confinamiento, superada la crisis del Covid-19 no ha arraigado tanto como se esperaba.
Más turistas en las zonas rurales
El boom rural tras la pandemia parece que sí ha dejado un mayor interés por estos destinos en nuestras escapadas. Si bien los grandes polos turísticos urbanos siguen llenos de visitantes, con los problemas que comportan (aumento del precio del alquiler, gentrificación y expulsión del vecindario, etc.), se apunta a un turismo que poco a poco se va descentralizando y busca más experiencias diferentes y originales, lejos de las masificaciones.
Recordemos que, si el éxodo rural ha aportado problemas a las zonas urbanas derivadas, fundamentalmente, por la congestión de sus espacios, ha supuesto graves problemas en los pueblos y sus alrededores. Entre otros, habría que señalar los efectos negativos sobre el patrimonio (aquí entraría desde saberes ancestrales hasta edificaciones tradicionales que se han echado a perder) y sobre el entorno natural. Hay incendios más graves, desertización y riesgos sobre la producción agrícola y ganadera de proximidad, algo que afecta a la calidad y el precio de los alimentos que ingerimos.
Aunque el turismo no es la panacea, ni la única solución contra el despoblamiento, es una herramienta más para el desarrollo rural y para la fijación de población si se gestiona correctamente y ofrece experiencias más completas, más allá de simplemente montar alojamientos rurales con encanto. Al simple hecho de dormir se añaden los beneficios para bares y restaurantes, empresas de actividades o experiencias complementarias para el sector primario (tipo “pastor por un día”) y comercios locales.
El Observatorio de Turismo Rural –en el que participa EscapadaRural– señala que en 2023 un 45% de los españoles mayores de 18 años ha hecho turismo rural, un 2,5% más que el año anterior. Además, estas escapadas son las que se practican con más frecuencia, pasando del 54% al 59% el número de personas que ha viajado en tres o más ocasiones a una zona rural durante 2023. Entre los números al alza también figura el gasto por turista, que ha crecido un 3,7% y se sitúa en los 84 euros por persona y día.
Y, atención, porque las dos principales motivaciones que impulsan a los viajeros a explorar el mundo rural son similares a aquellos sueños utópicos que tanta gente tuvimos en plena pandemia. El 37% de los encuestados manifiesta interés por descubrir pueblos y tradiciones; y el 14% busca una válvula de escape al ajetreo del día a día. No hay, por tanto, un boom rural tras la pandemia en el sentido de vuelta a vivir al campo, aunque sí se aprecia un aumento del interés por estas zonas menos masificadas y más conectadas con la naturaleza.
Raquel Andrés
Periodista y aventurera. Colaboradora en Escapada Rural, Diari Nosaltres La Veu, La Vanguardia y otros medios. Habitante y amante de las zonas rurales, sea cual sea el destino. Procuro escaparme una vez por semana con las botas de montaña, el arnés o el neopreno. En mi mochila nunca falta saco ni esterilla. Ah, también soy un intento de baserritarra.
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