Antaño, ya el médico Hipócrates sostenía que la terapia acuática podía aliviar la fatiga. Los espartanos bañaban a sus hijos recién nacidos en agua fría; Pitágoras recomendaba mucho a sus discípulos el uso de los baños fríos para fortificar el cuerpo y el talento; y los médicos del siglo XVIII los recomendaban para tratar afecciones como la fiebre y el raquitismo. Sin embargo, los baños de agua fría se han vuelto a poner de moda, si es que alguna vez había dejado de estarlo.
Incluso en los días más gélidos del invierno, esta práctica se ha convertido en un pasatiempo también ‘más acá’ de las latitudes septentrionales. Y es que, además de la anécdota de tratar de soportar el brusco cambio de temperatura, nadar en agua fría parece tener múltiples beneficios.
Hay abundante literatura científica que lo corrobora y que ha evaluado la inmersión en agua fría en función de diversos parámetros fisiológicos y bioquímicos. Con todo, la cuestión de si estos son beneficiosos o no para la salud es difícil de evaluar, así que las siguientes conclusiones deben interpretarse como aproximadas y proclives a ser reevaluadas con nuevas investigaciones más robustas.
De igual modo, si estás pensando en darte un chapuzón frío este invierno, debes informarte de antemano sobre la hipotermia (que en los adultos suele aparecer al cabo de unos 30 minutos de exposición) y otros problemas que pueden ocurrir debido al impacto del frío (el shock inicial de sumergirse en agua helada puede provocar arritmias y ataques cardíacos). En cualquier caso, estos baños serán más seguros si se realizan en las instalaciones adecuadas, vigiladas o rodeadas de otras personas. Y la mayoría de los expertos recomiendan consultar al médico antes de lanzarse al agua fría.
Diabetes
Darse un chapuzón en agua fría puede reducir el riesgo de trastornos de la salud como la diabetes y hasta puede reducir la grasa corporal en los hombres, según una nueva revisión publicada el 22 de septiembre en Revista Internacional de Salud Circumpolar:
La exposición al frío también parece aumentar la producción de la hormona adiponectina por parte del tejido adiposo. Esta proteína juega un papel clave en la protección contra la resistencia a la insulina, la diabetes y otras enfermedades.
A partir de esta revisión, está claro que existe un apoyo científico cada vez mayor de que la exposición voluntaria al agua fría puede tener algunos efectos beneficiosos para la salud. En un estudio se observó que nadar en agua muy fría, generaba una disminución de los triglicéridos y una menor concentración de homocisteína, cuyos niveles están relacionados con el desarrollo temprano de enfermedades del corazón.
Demencia
La inmersión en agua fría ha suscitado mucha atención últimamente, sobre todo por sus supuestos beneficios para la salud mental.
Según una investigación realizada por un equipo de científicos de la Universidad de Cambridge, los londinenses que nadan regularmente al aire libre durante el invierno tienen niveles elevados de una proteína que juega un papel clave en la formación de conexiones cerebrales.
Lo que hace que este hallazgo sea significativo es que se ha descubierto que la proteína en cuestión ayuda a proteger el cerebro contra enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y, por consiguiente, podría usarse para evitar la demencia.
Un nuevo estudio publicado en la revista Molecular Psychiatry sugiere que un simple paseo por la naturaleza puede reducir la actividad en las regiones del cerebro relacionadas con el estrés, así que los beneficios de implementar a este paseo un baño en agua fría podrían ser considerables. Con todo, esta clase de excursiones deberían estar gestionadas por un profesional del ejercicio.
Bienestar
Un estudio sugiere que nadar en agua fría tiene una amplia variedad de beneficios para la salud, incluidos cambios sanguíneos y hormonales, menos infecciones del tracto respiratorio superior, mejora de los trastornos del estado de ánimo y bienestar general. Algunos estudios también han informado de un aumento de las sustancias químicas cerebrales que regulan el estado de ánimo, como la dopamina. Sumergirse en agua helada provoca la liberación de hormonas del estrés, como la noradrenalina y el cortisol.
Infecciones
La incidencia de enfermedades infecciosas de las vías respiratorias superiores es un 40 % menor en los nadadores de invierno en comparación con las personas que no practican este deporte.
¿Entonces? ¿Vale la pena sumergirse en aguas heladas? Si es algo que nos apetece, sin duda. Porque incluso si tenemos en cuenta el efecto placebo, todavía no está claro qué componente de la natación en aguas frías puede contribuir a las mejoras reportadas en el estado de ánimo y el bienestar, pero parece que así ocurre en muchas personas.
Sea como fuere, siempre podemos seguir experimentando estos choques térmicos en la naturaleza, con las medidas de seguridad adecuadas, como una experiencia divertida y extrema. Al estilo de subir a una montaña rusa.
Sergio Parra