Altramuces, el aperitivo que triunfa en Portugal
Escrito por
31.05.2023
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En España, cuando te ponen una caña suele venir acompañada de un cuenco de frutos secos, olivas, patatas fritas u otra cosa cualquiera para picar. Al igual que en España, en Portugal la cerveza siempre tiene que estar bien fría y nunca viene sola. La diferencia es que, en el país vecino, el aperitivo más pedido es el altramuz.
Cuando llega el verano y el sol brilla fuerte, los portugueses inundan las terrazas para disfrutar de una caña (se dice imperial en Lisboa y fino en Oporto) y, claro, unos tremoços (altramuces, en castellano) bien salados. El nombre tiene orígenes árabes y deriva de al-turmus, lo que indica la larga tradición de su consumo en la península ibérica.
Aunque podemos encontrar esta legumbre fácilmente en la sección de conservas de cualquier supermercado español, su consumo no es muy habitual en este lado de la frontera.
El altramuz es la semilla contenida en la vaina del fruto de una planta muy bonita llamada Lupinus, cuyas flores tienen una corola papilionácea, que puede ser azul, rosada, morada, blanca, amarilla (la que origina el altramuz que comemos), roja o incluso tener múltiples colores. La floración se produce en primavera y verano.
El marisco de los pobres
Hay quién dice en modo chiste que es el marisco de los pobres, pero la verdad es que este es un alimento muy nutritivo y sano. Al igual que otras legumbres, como los garbanzos, las habas, las lentejas o los guisantes, los altramuces tienen varias propiedades nutricionales muy interesantes para la salud.
Sin embargo, el altramuz en la naturaleza tiene un aminoácido y alcaloides neurotóxicos. Estos se eliminan después de ser cocidos y cubiertos con agua que debe cambiarse frecuentemente durante varios días hasta que pierden su amargor original, con la eliminación de los alcaloides. A partir de ese momento, se convierten en el famoso aperitivo que los portugueses disfrutan tanto.
La mayoría de estas plantas de la familia de las fabáceas tienen la propiedad de fijar nitrógeno en el suelo y se utilizan como abono natural en las zonas agrícolas, lo que permite reducir el uso de fertilizantes, lo que la hace doblemente útil como alimento proteico y protector del entorno.
En los últimos años, los altramuces fueron redescubiertos por los seguidores del movimiento real food, una tendencia al nível global que defiende el consumo de la “comida real”, es decir, productos mínimamente procesados y que respetan el planeta. Como tiene mucha proteína, fibra y bajo valor energético, el altramuz también llamó la atención de los vegetarianos y veganos.
Con un poco de ironía, podemos decir que los altramuces pasaron de acompañar la cerveza en las tabernas portuguesas de toda la vida para acompañar el kombucha en los restaurantes más sanos y fit. Pero nos da igual, porque lo más importante es que nunca falten los altramuces en la mesa.
Pero no todo son beneficios. La inconveniencia de los altramuces es la elevada cantidad de sal de la salmuera en la que se conservan muchas veces. Así que lo mejor es enjuagar los altramuces con agua corriente o remojarlos antes de consumirlos y al comprarlos envasados, leer las etiquetas y comprar los de menor contenido en sal.
La ciudad que debe su nombre a los tremoços
La presencia de los tremoços en la cultura de Portugal es tan fuerte que hasta hay una ciudad que fue nombrada en homenaje al árbol de los altramuces, o eso dicen. La leyenda cuenta que la ciudad de Estremoz, en la región de Alentejo, fue bautizada así por los estremoços (nombre de los altramuces en la época).
Un hombre, una mujer y una niña viajaban en un carruaje por la llanura alentejana. Estaban buscando un nuevo hogar en una tierra lejana. En el camino encontraron un árbol de altramuces que les sirvió de refugio. La familia montó una tienda y pasó la noche allí.
A la mañana siguiente, fueron despertados por el dueño de esas tierras que se quejó de la presencia de la familia sin su autorización. Al enterarse de que la familia estaba siendo perseguida, aunque injustamente, por delitos que no habían cometido, el antiguo dueño les ordenó que se fueran de inmediato.
Sintiéndose insultados, pero seguros de su inocencia, los forasteros se negaron a abandonar el refugio. Después de un tiempo, el padre y la madre extrañaron a su hija.
La niña había ido a encontrarse con el propietario y le dijo que sus padres eran personas nobles y honestas con la capacidad de hacer de ese lugar un bonito pueblo. Convencido por la inteligencia y el coraje de la niña, el viejo acudió a los padres y aceptó su presencia y ayuda.
Años más tarde, cuando el lugar fue elevado a villa por el rey portugués Dom Afonso III, hubo muchas sugerencias de nombres para la tierra, pero el propietario del terreno decidió dejar la elección a la niña que decidió Estremoços por el nombre del árbol que le sirvió de refugio. Hoy la ciudad se llama Estremoz y es conocida como la ciudad blanca de Alentejo.
Ângela Coelho