Las casas blancas de Tarifa (Cádiz) brillan con luz propia incluso en los días grises de invierno, y más que en Europa le puede a uno parecer encontrarse ya en la soleada África que se divisa en el horizonte. De calles estrechas y laberínticas, de plazuelas pequeñas y frescas, Tarifa conserva en su núcleo antiguo la esencia de su fundación y de los sucesivos episodios históricos que la convierten en una de las ciudades europeas más conectadas con el continente vecino.
Tarifa lleva el nombre de Tarif, comandante del general Tarik, que ordenó la conquista musulmana de la Península Ibérica en el año 711. Los árabes escogieron entrar por Tarifa por obvias razones: es el punto menos distante de la costa de África, a solo 14 kilómetros.
Ocuparon la isla de las Palomas, en la punta más meridional de España, y desde allí fundaron la ciudad. La isla se ha convertido en una península desde que en 1808 se construyó una carretera para acceder a ella, y es una de las visitas imprescindibles de Tarifa. Su extremo sur, Punta Tarifa, está dominada por un faro que señala el punto más meridional de la Península Ibérica y de Europa continental. Alrededor se encuentran algunas fortificaciones del siglo XVIII, pero la historia del lugar se remonta mucho más allá y se observan algunas tumbas púnicas del siglo VI a.C.
Las construcciones más antiguas que se conservan de la ciudad son las de las murallas y alcázar del arrabal y la medina musulmanas expandidas por los castellanos después de la conquista de la ciudad por Sancho IV en 1292. La torre albarrana junto al puerto, llamada Torre de Guzmán el Bueno, es uno de los mejores ejemplos de estas construcciones defensivas, y aún queda una de las mayores entradas, la Puerta de Jerez que da paso al arrabal.
Por aquí puede empezar un recorrido por la vieja Tarifa, que huele a mar, a flores en los balcones y a mojama de atún que se vende como aperitivo en los bares de las plazoletas. Frente a la ciudad se mezclan las aguas del Atlántico y del Mediterráneo, y aquí la pesca siempre ha sido buena, especialmente de especies migrantes como el atún rojo.
Fueron los fenicios quienes observaron por primera vez esta migración anual de los atunes y quienes idearon un sistema para la captura del atún, la almadraba, una serie de redes laberínticas con las que aún hoy en día los pescadores de tarifa capturan a los grandes peces. Con la llegada de los romanos a la península ibérica, el aprovechamiento fue incluso mayor: el atún de la bética llegaba a todas partes del imperio en forma de salazón y, sobre todo, de garum, una salsa hecha con vísceras fermentadas de pescado.
En las ruinas de Baelo Claudia, antigua ciudad romana situada a solo veinte kilómetros de Tarifa, los arqueólogos han encontrado restos de fábricas de salazón y garum, y pruebas de que la ciudad del siglo II a.C. era un importante centro pesquero conectado sobre todo con Tangis, al otro lado del Estrecho de Gibraltar.
Vale la pena reservarse unas horas para explorar las ruinas de Baelo Claudia y pasearse por su teatro, termas, puerto y murallas y descubrir por qué en la época romana la ciudad era tan importante. Además, las ruinas están junto a la playa de Bolonia, cuyas dunas naturales bien valen una visita.
Los amantes de la naturaleza tienen también en Tarifa dos grandes parques naturales que visitar: el Parque Natural de los Alcornocales, que protege el bosque mediterráneo de alcornoques y matorral, y el Parque Natural del Estrecho, que protege la costa y parajes como la Playa de los Lances, donde desembocan los ríos Jara y de la Vega formando un humedal donde descansan las aves migratorias que pasan por el Estrecho. El Parque también protege parte del mar, conocido en Tarifa por la observación de cetáceos y en el que, de abril a octubre, se pueden ver hasta siete especies distintas.
Pero además de los atunes o los cetáceos, el mar de Tarifa también está asociado al deporte: gracias al viento casi constante estas son las mejores aguas de Europa para practicar deportes acuáticos como el kitesurf y el windsurf, y las cometas y velas de los surfistas decoran, casi a diario, las olas del mar frente a la ciudad.
Ya sea para disfrutar de la belleza del mar, de la tranquilidad de la costa o de la naturaleza de los parques cercanos, Tarifa seguro que acabará enamorando.
Jordi Canal-Soler