A principios del siglo XIX, América era tierra de oportunidades. Allí viajaron a probar fortuna gentes de toda España. Fueron conocidos como los indianos. “El meu avi va anar a Cuba…” (Mi abuelo fue a Cuba…), canta la habanera de José Luis Ortega Monasterio evocando las hazañas de todos aquellos que marcharon desde Cataluña. A algunos les esperaban riquezas. La comarca del Garraf, situada entre el sur de Barcelona y el norte de Tarragona, vio partir a muchos de ellos.
Tras los pasos de indianos en el Garraf
Podemos recorrer la comarca como si fuera un museo al aire libre. Encontramos huellas de los indianos en la arquitectura. Entre las playas del Mediterráneo, la zona vinícola del Penedés y el Macizo del Garraf, nos espera historia, gastronomía y bellos paisajes.
1. El caribe barcelonés
Sitges fue cuna de Facundo Bacardí, el indiano que en Cuba supo destilar el sabor del Caribe y creó el famoso ron Bacardí. Por eso está la Casa Bacardí, un centro de visitas en el Mercat Vell, en pleno casco antiguo del municipio.
Un paseo por el centro de Sitges nos conducirá hasta otros muchos edificios construidos por indianos. El epicentro de la arquitectura indiana es la calle Isla de Cuba, donde se concentran varios palacetes y casas modernistas. Hay infinidad de casas singulares en el centro histórico de Sitges, pero entre las obras más emblemáticas está Casa Pere Carreras, con su quebradizo azul decorando la parte superior, la de Rafael Planes, Casa de Manel Planes, la Casa del Reloj o Villa Avelina.
Imprescindible pasar por el museo Cau Ferrat de Santiago Rusiñol para contagiarnos del espíritu artístico de la época.
2. Sabor a xató
Desde mediados del siglo XIX, unos 400 habitantes de Sant Pere de Ribes fueron tras el sueño americano. A la vuelta, los más afortunados se convirtieron en promotores de una revolución urbanística y cultural.
Basta ir a la oficina de turismo de Sant Pere de Ribes para comprobar la importancia que tuvieron aquí los indianos. La oficina ocupa la antigua Masía de Can Puig, en el Carrer Major. Siguiendo la calle, encontraremos distintas casas indianas. Emblemática es Can Punxes, de estilo modernista sobrio.
En la Plaça de la Vila, al alzar la mirada, veremos el reloj de la torre, financiado por indianos. Es imposible irse sin probar el tradicional xató, la ensalada de especial salsa que, seguro, muchos indianos echaron de menos en América.
3. El Parque del Garraf
El Parque del Garraf es entorno natural protegido. La carretera comarcal que une Sant Pere de Ribes con Olivella nos da buena cuenta de él: topografía erosionada, viñedos, pinos y el endémico margalló.
El Palacio Novella es toda una curiosidad que no podemos saltarnos en esta ruta indiana por el Garraf. Se trata de una construcción de 1892 que mandó construir como colonia agrícola el indiano Pere Domenèch i Grau; pero, hoy los visitantes cuando llegan encuentran un monasterio budista.
La plaga de la filoxera acabó con la fortuna de la familia Domenèch, que solo pudieron disfrutar de la construcción seis años. Pasó a subasta pública y tras sucesivos dueños, se instaló la comunidad budista Sakya Tashi Ling.
4. La Habana chica
Si su vecina Sitges es conocida como el Caribe barcelonés, Vilanova i la Geltrú lo es como la Habana chica. Solo que las olas que rompen en la extensa playa de Ribes Roges no son del Caribe, sino del Mediterráneo. Prueba de ello es la escultura Pasífae de Òscar Estruga: mitología griega como símbolo de la ciudad.
Sube la Rambla de la Pau desde la playa hasta el centro histórico. Es el eje de la riqueza patrimonial que dejaron los indianos. Destacan Can Pahissa, Casa Cabanyes o el Foment Vilanoví. El centro neurálgico de la ciudad es la Plaza de la Vila, una de las más importantes de Cataluña, promovida por el indiano Josep Tomàs Ventosa. Una escultura en el centro le rinde homenaje. Hay una réplica en Matanzas, la ciudad cubana donde se enriqueció.
La comercial vía de Sant Sebastià da el pulso de la ciudad, pero para captar la atmósfera del Romanticismo, época dorada de la población, mejor pasar por el Museo Romántic de Can Papiol y por el Museo Víctor Balaguer.
5. Siempre una sonrisa
Cubelles es una encantadora ciudad de costa de ambiente relajado donde la huella de los indianos es patente en algunos edificios como L’Aliança, fundada en 1914. Pasear por las calles estrechas del casco antiguo nos transporta a épocas pasadas.
Cuando el viajero de esta ruta se acerque a beber agua a alguna de las fuentes públicas, o bien la de la Calle Mayor, o la de Sant Antoni, deberá recordar que fue gracias a un indiano que llegó el agua potable a Cubelles.
Es buena idea dejar Cubelles para finalizar. El viajero volverá a casa como un niño después de una tarde de circo. Es literal: en Cubelles guardan recuerdo del famoso payaso Charlie Rivel con una exposición permanente, en el castillo de los Marqueses de Alfarràs. Y cierto, Charlie Rivel no es indiano, pero, ¿quién puede decirle no a un payaso?
José Alejandro Adamuz