Segóbriga, la urbe romana que conserva el teatro, anfiteatro y circo
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24.06.2024
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En el antiguo Imperio romano, para que una ciudad tuviera lugares de ocio como un teatro, anfiteatro y circo necesitaba ser una urbe importante. Una capital de provincia como lo fue Augusta Emerita (hoy Mérida), Tarraco (Tarragona) o Corduba (Córdoba), entre otras. Segóbriga, en Cuenca, fue la excepción. Cuando el emperador Augusto llegó y la convirtió en municipio dotándola de edificios importantes, esta urbe apenas llegaba a los 2.500 habitantes.
¿Qué tenía Segóbriga que la hacía tan especial? Minas de lapis specularis. Una especie de yeso cristalizado semi transparente que supuso una revolución en la vida cotidiana de los romanos, quienes lo utilizaron como cristal.
Segóbriga contaba con varias minas en sus alrededores que hizo que aquí se asentasen mineros y patricios que venían a sacar tajada, pues su lapis specularis se exportaba desde aquí al resto del imperio. “Se ha llegado a encontrar lapis specularis hasta en Pompeya”, me explica Faustino Barajas, Coordinador del Parque Arqueológico de Segóbriga.
Ataviado con un gorro de paja y un chaleco a lo Indiana Jones, Faustino me recibe a la entrada del Centro de Interpretación de Segóbriga, en Saelices (Cuenca). “¿No te has traído nada para taparte la cabeza?”, me pregunta mientras busca otro sombrero como el suyo para ofrecerme. Son más de las cinco de la tarde de un miércoles de mayo, pero el sol sigue pegando con fuerza sobre el yacimiento.
Es el yacimiento romano más grande de Castilla-La Mancha y uno de los más grandes de España
La ruta es de unos 3 kilómetros bajo el sol pues, aunque en Segóbriga solo se ha excavado el 20%, es el yacimiento romano más grande de Castilla-La Mancha y uno de los más grandes de España. Su principal característica, además, es que, aunque aún queda trabajo por hacer, en él se han encontrado los edificios públicos principales: el teatro, el anfiteatro, el foro, el circo, las termas y necrópolis de diferentes épocas.
“Los romanos llegaron en el siglo II a.C para conquistar a los celtíberos”, me explica Faustino. “Y se asentaron sobre un antiguo pueblo celtíbero por las minas. Serán los patricios, atraídos por el lapis specularis, quienes financien la construcción de la nueva ciudad. A partir del año quince, además, llegará el emperador Augusto y convertirá Segóbriga en municipio. Quería hacer una especie de Roma”.
Un museo repleto de reliquias
La visita comienza en el Centro de Interpretación, donde al menos corre un poco el aire. En él no solo podemos ver algunas de las piezas romanas que se encontraron durante las excavaciones, sino que también hay enseres de los celtíberos. Todo es original.
Entre los tesoros sacados a la luz hay monedas, pues Segóbriga tenía su propia moneda, que se han llegado a encontrar incluso en otras ciudades romanas de España como Caesaraugusta (actual Zaragoza). También hay gran parte de un mosaico que se encontró en la antigua vivienda de un procurador minero, amuletos fálicos contra el mal de ojo, lápidas funerarias, así como esculturas de diferentes dioses, Agripina la Mayor y de Augusto. “Es la mejor pieza de mármol de Carrara de Italia que tenemos”, me cuenta Faustino con orgullo.
Un inciso. Aunque esto igual ya lo sabes (no era mi caso), una curiosidad sobre las esculturas: en muchas ocasiones el busto se reutilizaba y, dependiendo de quién era el homenajeado, se cambiaba la cabeza y los brazos.
El parque está abierto de martes a domingo de 10:00 a 19:30h (excepto desde el 1 al 12 de agosto, que es de 09:00 a 15:00h)
La ciudad amurallada estaba rodeada de tumbas
El camino hacia la antigua ciudad de Segóbriga desde el Centro de Interpretación es prácticamente plano aunque pedregoso, por lo que se recomienda llevar calzado cómodo. Una vez lleguemos hasta los pies del teatro, entonces habrá que subir una pequeña cuesta por el cerro Cabeza del Griego, donde estaba el centro neurálgico de la urbe y se han encontrado la mayor parte de las ruinas.
“Los muertos dan la bienvenida a la ciudad”
Durante el trayecto podemos encontrar varios paneles explicativos en español e inglés con una recreación de cómo era antiguamente el edificio, así como el número que corresponde en la audioguía.
Según nos vamos acercando a la urbe, lo primero que encontramos es la antigua necrópolis. “Los muertos dan la bienvenida a la ciudad”, me dice Faustino. “Las necrópolis, ciudad de los muertos, estaban fuera de las murallas para no contaminar de enfermedades a los que estaban dentro, tal y como marca la ley de las XII Tablas de Roma”. También para recordar a los difuntos que levantaron la ciudad e hicieron que funcionara.
En extramuros de Segóbriga se encontraron muchas tumbas que correspondían a diferentes técnicas funerarias. Entre los siglos I y II d.C, los romanos utilizaban la incineración, aunque hacían estelas en forma de piedra vertical en las que se inscribía el nombre del difunto y los años a los que falleció. “Los romanos le tenían más miedo al olvido que a la muerte”, me dice Faustino. En esta época la esperanza de vida era de 30 a 40 años.
Una de las estelas funerarias que se pueden contemplar es la de Lucunda, una sierva que tocaba la cítara y que murió a los 16 años de edad por un tumor cancerígeno. Su epitafio fue hecho por su señor para convertirla en liberta, “darle libertad”. En total se encontraron más de doscientas inscripciones de estelas.
A partir del siglo IV d.C comenzaron con los enterramientos bajo tierra, aunque apenas se encontraron más de tres cuerpos óseos casi intactos. Por su tamaño, también se cree que podían medir alrededor de 1,40 metros. Qué pequeñitos.
Muchas de las tumbas fueron saqueadas durante la Edad Media por los buscadores de tesoros. Otras, en cambio, fueron expoliadas por los visigodos para enterrarse ellos mismos junto a la basílica que construyeron justo al lado.
El circo inacabado
Además de la necrópolis, extramuros también estaban las viviendas de artesanos, ganaderos, agricultores, esclavos, etc. Así como los edificios públicos de entretenimiento pues, no solo eran para la gente de la ciudad, sino que eran espectáculos gratis para todo el mundo.
“Todo giraba alrededor de los juegos para que los habitantes estuvieran entretenidos y no se revelasen”
“Las financiaba un patricio, una persona rica, Era propaganda política. Todo giraba alrededor de los juegos para que los habitantes estuvieran entretenidos y no se revelasen. Pensamos que no cobraban nada, ya que no se han encontrado tickets durante las excavaciones”, explica Faustino.
Sorprendentemente, el circo, donde se realizaban las carreras de cuadrigas, fue levantado justo encima de una de las necrópolis. Podría ser el último de los edificios de espectáculos que se construyó, ya que estaba inacabado. Y es que data del siglo II, cuando se empezó a descubrir el vidrio y se abandonaron las minas. “Ya no había mecenas que financiasen las obras del circo”. Aún así, los expertos creen que sí llegó a ser utilizado en alguna ocasión.
Desde lo alto de la urbe se puede ver la marca de la espina, donde las cuadrigas daban las 7 vueltas. Lo construyeron de oeste a este, ya que las carreras se celebraban de tarde para que el sol no cegase a los caballos.
El Teatro: la imagen más popular del parque
La urbe romana de Segóbriga estaba amurallada, aunque actualmente apenas se conserva el 50% de la muralla. Parte de ella se puede ver justo donde el teatro, aunque se cree que era mucho más alta.
El teatro de Segóbriga es la imagen más conocida del yacimiento. Y no es para menos. Gracias al aprovechamiento del terreno para hacer la gradería, muchos de sus elementos pudieron ser recuperados. Las gradas estaban divididas por clases, aunque la distribución no difiere mucho a la de hoy en día: arriba del todo estaban los pobres; a la mitad los que tenían algo más de dinero; y, en primera fila los adinerados y políticos. En total, este teatro tenía una capacidad de 2.000-2.500 espectadores.
Según los estudios, se empezó a construir en el siglo I a.C y se tardó unos 90 años en completarlo. La fachada monumental nunca llegó a ser encontrada, pues se cree que fue parte del patrimonio que la Orden de Santiago se llevó para construir el monasterio de Uclés. Sí se encontraron columnas, esculturas de musas y del patricio que financió el teatro. Llevaba una toga, lo que indicaba que se trataba de una persona adinerada.
Actualmente está reconstruido el escenario, ya que en él se hacen representaciones teatrales, así como conciertos.
El anfiteatro y las fieras
“Es el edificio que más gusta a los niños por la peli de Gladiator”, se ríe Faustino. Como su nombre indica, se trata de dos teatros unidos por el escenario y, en este caso, se ha mantenido muy bien la acústica.
Construido en el siglo I, es anterior al teatro. Se cree de media tenía unos 18 metros de alto y en él se ha reconstruido una de las gradas. También había una tribuna, donde saludaba el patrono, había dos puertas desde las que se accedía a los vestuarios y donde estaban las armas, había burladeros y un altar dedicado a Hércules. En total, tenía capacidad para unos 5.000-5.500 espectadores.
No se encontraron galerías subterráneas como en el Coliseo, porque aquí las fieras eran más pequeñas: luchaban contra jabalíes, toros, venados, lobos, etc. Animales de la zona. Aunque sí había una puerta triunfalis por donde salía glorioso el gladiador.
“El cine nos ha creado una imagen errónea, la mayoría de los gladiadores no morían. Eran esclavos, pertenecían a un empresario y eran entrenados. No les interesaba que murieran porque perdían dinero. Aunque, por supuesto, la lucha contra las fieras podía ser mortal”, concluye Faustino.
El anfiteatro dejó de usarse en el siglo IV y los visigodos lo utilizaron como granero para el cereal y ganado.
Intramuros: el foro y las termas
Dentro de la muralla encontramos el foro, el centro neurálgico de la ciudad, donde estaba el ocio y los negocios. Para acceder a él habrá que subir por la Cardo Maximus, la calle principal.
Aunque actualmente apenas quedan edificios en pie -no esperéis encontraros el foro de Roma-, se ha intentado hacer alguna reconstrucción como el templo de culto imperial cuya figura se cree que es Tiberio.
“Creemos que todo el foro estaba rodeado de soportales de columnas y, para salvar el terreno, construyeron terrazas, a nivel, ya que el terreno tiene pendiente”, explica Faustino. Aquí también estarían los archivos de la ciudad y las tabernae y las tiendas, junto la calle principal.
Aunque, quizá, una de las partes más importantes que aún se conserva es el mundus, la puerta al inframundo. “El mundus está construido como una brújula y las calles se construyen a raíz de eso”.
Justo en el lado opuesto, un poco más arriba están las termas. O lo poco que queda de ellas, ya que fueron arrasadas por los cristianos en el siglo XVI. Sobre ellas levantaron una ermita románica que, aunque a lo largo de los años fue reconstruida, todavía se conserva y pertenece a los vecinos de Saelice. Antiguamente había dos complejos termales, así como un gimnasio y vestuarios.
En los alrededores, además, estaban las casas del Alto Imperio. En una de ellas es precisamente donde se encontró el mosaico que está en el museo. Hoy, podemos saber cuál es gracias a una réplica situada justo donde se encontró.
El final de Segóbriga
Hoy, el yacimiento romano de Segóbriga continua rodeado de minas de lapis specularis como es el caso de las minas de Osa de la Vega, las de Huete o Torrejoncillo del Rey. De hecho, como curiosidad, una de las ventanas de la colegiata de Belmonte cuenta con este material translúcido.
Las minas, no obstante, fueron abandonadas con la aparición del vidrio. El lapis specularis dejó de ser un material tan codiciado y los adinerados fueron abandonando la ciudad.
Después llegaron los visigodos y, aunque seguía siendo una urbe importante, fueron los primeros en utilizar las piedras romanas para construir su basílica. Luego serían los árabes y, finalmente, los cristianos. La Orden de Santiago utilizó material del yacimiento para construir el monasterio de Uclés. También fueron quienes levantaron una iglesia sobre las termas.
Al final de la Edad Media Segóbriga era historia.
Hoy, aún queda un 80% por descubrir, aunque lo excavado es una de las joyas más valiosas de Cuenca y estamos ante el teatro romano más cercano a Madrid. “Si pudiésemos seguir excavando podríamos encontrar la ciudad entera porque hoy en día no hay nada construido encima”, concluye Faustino con esperanza.
Laura Fernández