En el siglo XIX, algunos puertos de la península ibérica se llenaron de pañuelos agitados al aire en señal de despedida a aquellos que se embarcaban en navieros con el objetivo de cruzar el Atlántico. O, al menos, esa es la imagen que las ficciones cinematográficas han conseguido sellar en el imaginario popular cuando se hace referencia al fenómeno migratorio de aquellos años. En España, el perfil del emigrante era el de un hombre soltero, joven, de origen humilde pero alfabetizado. Los principales destinos eran las colonias españolas en América como Cuba y Puerto Rico, en donde algunos (solo algunos) consiguieron hacer fortuna. Cuando volvieron a sus pueblos de origen, se les bautizó como ‘indianos’ y en Colombres (Asturias) saben mucho de este tema.
Esos nuevos ricos, muchos de los cuales adquirieron títulos nobiliarios antes de regresar a España como una garantía más de su estatus, invirtieron su dinero en reformar o construir grandes mansiones de estilo opulento, con fachadas de colores llamativos. Solían plantar en el jardín palmeras o araucaria, árboles propios del lugar al que emigraron, para dejar patente su condición de ‘casa de indianos’ y diferenciarse así de la burguesía patria.
Además, fundaron instituciones como escuelas, universidades y hospitales. Pese a esas ‘obras sociales’ o precisamente por ellas, los indianos también fueron vistos como caciques por algunos vecinos de los lugares en los que se establecían. A día de hoy, además de algunas empresas famosas fundadas por aquellos que fueron a ‘hacer las Américas’, lo que más se identifica con ese grupo poblacional son sus casas, muchas de ellas aún en pie y en buen estado, que se han convertido en un emblema del pueblo en el que se erigieron.
El mayor representante de los indianos
La huella de los indianos está muy presente en las localidades del norte del país, ya que la mayoría de ellos partieron de Asturias, País Vasco o Cantabria, además de las Islas Canarias –que tiene su propia historia con América– o Cataluña y Levante, aunque en un número menos significativo. Y, como se ha comentado, el pueblo asturiano de Colombres, capital del municipio de Ribadedeva, es una de las mejores muestras de la influencia de estos regresados en la arquitectura local.
Nombrado Pueblo Ejemplar de Asturias (un galardón que se otorga con motivo de la celebración de los Princesa de Asturias) en el año 2015 y Bien de Interés Cultural el 28 de agosto de 2013, su influencia indiana se puede ver en casi cada rincón de sus 35 km cuadrados. Sin ir más lejos, la casa consistorial es obra de un asturiano que hizo fortuna como banquero en México llamado Manuel Ibáñez Posada, Conde de Ribadedeva. Frente a ese edificio hay un monumento dedicado al mencionado indiano que también fue el dueño de la finca Las Raucas.
La impresionante Quinta de Guadalupe, que actualmente es la sede del Archivo de Indianos y Museo de la Emigración, es una de las que más llama la atención por su fachada azul y sus galerías acristaladas. El asturiano Iñigo Noriega Laso, emigrado también a México, mandó que la construyeran desde América con la intención de vivir en ella cuando volviera, algo que nunca sucedió. También se encargó de la creación de una escuela de comercio que estuvo en funcionamiento desde 1907 hasta 1914, cuando Laso perdió todo su dinero. La historia de este hombre es digna de película: solo el dato de que llegó a ser sheriff en un pueblo de Texas ya da una idea de la aventura que fue su vida.
Los interesados en conocer todas las casonas de indianos de Colombres pueden realizar la ‘ruta indiana’ que, además de las nombradas anteriormente, también pasa por La Casa Roja de Eduardo Sánchez Escalante, la Mansión del Abuelo de Víctor Sánchez Escalante, la Casa de Piedra de la familia Sánchez Escalante, la quinta Buenavista (aún habitada), la casa de los Leones de Francisco Sánchez Villaverde, la casa de las Palmeras de Perfecta Sánchez Escalante, la Solana de Ulpiano Cuervo Sola, el Cantu y la casa Gemela de Florencia Noriega.
Un cementerio especial
Manuel Ibáñez también fue el artífice de otro de los puntos que los interesados en la huella de los indianos deben visitar. Se trata del cementerio construido por Manuel Posada en 1885, un pequeño camposanto de forma rectangular con una vía principal con panteones a ambos lados y una capilla consagrada a Nuestra Señora de la Merced. El espacio está rodeado por un muro de mampostería y se accede a él por un portón doble de hierro forjado.
El panteón más llamativo posiblemente es el erigido para la familia Sánchez Escalante, firmado por el arquitecto Mauricio Jalvo Millán en 1914. Se trata de una construcción con forma de templo romano y tiene una capilla además de una cripta subterránea. El mausoleo de Manuel Ibáñez Posada tiene una cripta similar, aunque su estilo es neogótico. Se construyó en 1891 y actualmente está abandonado, según la web de Cementerios de Asturias.
Fuera de casa (indiana)
Más allá de las huellas de los indianos que aún siguen visibles, Colombres tiene otros puntos de interés, sobre todo relacionados con la naturaleza. Como ejemplos reseñables está la playa de la Franca, los bufones de Arenillas (cercanos también al famoso bufón de Santiuste) y la cueva del Pindal. Esta última está situada en el cabo de San Emeterio y es un ejemplo de arte rupestre incluido en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Además, desde Colombres se puede acceder fácilmente a otras localidades interesantes como Llanes (Asturias) o San Vicente de la Barquera (Cantabria).
Carmen López
Me encanta todo lo relacionado con. Asturias, su naturaleza sus gentes, playas, pueblos, gastronomía.
Siempre que tengo algunos días estoy pensando en volver.
Me ha gustado mucho el artículo sobre los indianos,
Interesante, es parte de nuestra historia.
Gracias, un saludo.