La ermita de San Saturio, el templo al que se accede por una cueva
Escrito por
18.12.2023
|
6min. de lectura
Hay dos tipos de leyendas: las que dejan al protagonista como un villano que hizo que el mundo fuese un poco peor tras su paso, y las que le elevan a la categoría de Santo (literalmente). Entre los primeros se puede encontrar a Don Diego de Zúñiga, que evitó que su hija Guiomar se casara con Alvar Dávila y motivó que el pretendiente construyese el que ahora se conoce como castillo de Aunqueospese o Manqueospese. Lo hizo en un alto de lo que a día de hoy es el municipio de Mironcillo para poder ver a su amada, encerrada en una torre. Los enamorados murieron separados y el señor de Zúñiga pasó a la historia como un malvado.
Entre los santos, sin embargo, en Soria se encuentra Saturio, un noble soriano que, en el siglo VI, repartió la herencia recibida tras la muerte de sus padres entre los pobres y se retiró a vivir en unas cuevas situadas al lado del río Duero como un eremita, renunciando así a una vida de lujos en favor de los desaparecidos. Al menos ese es el relato que se cuenta para explicar el origen de la ermita de San Saturio, el que ahora es patrón oficial de Soria y cuya festividad se celebra el 2 de octubre.
Situada entre el cerro de Santa Ana y el monte de las Ánimas, es uno de los enclaves naturales cercanos a la ciudad más llamativos que hay. De hecho, ha inspirado escritos de autores tan importantes como Gustavo Adolfo Bécquer, experto en leyendas, y el célebre poeta Antonio Machado.
Las obras del templo comenzaron en 1694 gracias a las aportaciones económicas de los vecinos sorianos. Se erigió encima de otra ermita anterior consagrada a San Miguel Arcángel, que data de 1148 y que fue el sitio donde se supone que vivió el asceta. Los últimos siete años compartió espacio con su discípulo Prudencio, un joven al que ayudó a cruzar el río con las ropas secas y sin peligros gracias a su capa. En agradecimiento, este se quedó a vivir con el santo y se convirtió en el encargado de promover su creencia tras su muerte.
Además, a San Saturio también se le atribuyen otros milagros como la salvación del niño Romualdo Barranco, que se cayó al vacío desde la cueva y sobrevivió también gracias al manto del eremita.
El conjunto arquitectónico de la ermita de San Saturio
La construcción del edificio se le encargó al arquitecto Julián y Domingo Izaguirre, que la terminó en 1704. El responsable lo erigió sobre diferentes cuevas (de hecho se accede a su interior a través de una de ellas). Para llegar a la iglesia, de planta y cúpulas octogonales y cuyas paredes están decoradas con las pinturas de Antonio Zapata, hay que pasar por los diferentes espacios que componen el conjunto y que hacen del templo una auténtica curiosidad.
Uno de esos lugares abiertos en la roca es la sala del Cabildo de los Heros, una pieza en la que reside una talla negra de San Saturio del siglo XIX. En el pasado tenía dos funciones: lugar de reunión de la hermandad de labradores y de devoción de las personas con diversidad funcional que tenían dificultades para acceder a la capilla. La siguiente es la capilla de San Miguel, el espacio en el que se supone que el eremita había elevado un pequeño altar a San Miguel Arcángel. En ella ahora hay una figura de Santa Ana y una vidriera en la que se representa la salvación del niño que se precipitó al río.
Después de atravesar la sala expositiva se llega a la sala de la Vivienda del Santero, en la que se recrea la forma de vida de dicho personaje encargado del mantenimiento del templo a finales del siglo XIX. Subiendo por unas escaleras pegadas a la roca se llega a las salas del Ayuntamiento y de Los Canónigos, desde las que se obtienen unas vistas espectaculares del río Duero. Además, también está el libro de visitas disponible para quienes quieran dejar plasmada su firma.
En la sacristía, que se encuentra a continuación, se puede ver una talla de estilo gótico que representa a Cristo crucificado, la reliquia más antigua de la ermita. Actualmente está incrustada en un retablo de 1732 elaborado por Ignacio Ibáñez, Antonio Mateo y Domingo José Romero, de estilo barroco.
Y, por último, está la iglesia, en cuyos frescos de las paredes se cuenta la vida y obra de San Saturio. En la cúpula, que tiene linterna, están plasmados otros anacoretas del cristianismo como San Juan Bautista, San Juan Evangelista, San Benito y el mismísimo Jesucristo en el desierto. En el altar, de estilo barroco y muy recargado, se incrusta un busto relicario en el que se supone que están los restos del santo eremita.
Generaciones de santeros
La ermita de San Saturio no solo cobijó al anacoreta que le da nombre y a su discípulo, sino que durante muchos, muchos años, también fue refugio de la figura del santero. Esa persona vivía en el templo, vestida a imagen y semejanza del santo, y solo salía a pasar el cepillo entre los habitantes de Soria que quisieran contribuir económicamente al mantenimiento del lugar de reverencia al patrón de la ciudad.
Con el paso del tiempo, dicha labor se fue complicando y el santero llegó a tener un ayudante para recorrer las calles de una ciudad para que le echase una mano con la hucha recaudatoria. Aunque parezca una figura mitológica, lo cierto es que el último santero, cuyo nombre era Cipriano Lozano Lara, desarrolló su función ya en el siglo XX: de 1971 a 1994. Actualmente, la labor de cuidado y mantenimiento de la ermita la lleva a cabo un funcionario municipal.
Carmen López