El secreto mejor guardado de los Pirineos: las cuevas heladas
Escrito por
20.12.2023
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Cuando pensamos en los Pirineos, nos vienen a la cabeza altas montañas, ascensiones a “tresmiles”, lagos helados en altura (o ibones), valles inmensos, prados infinitos, barrancos rocosos, riscos afilados, bosques frondosos, ríos exuberantes o largas cascadas. Y nos olvidamos de esa parte invisible del “iceberg”, de lo que hay en las profundidades, bajo la superficie terrestre.
¿Sabías que hay enormes y sorprendentes cuevas heladas debajo de las montañas de los Pirineos? Son lugares mágicos, fríos, misteriosos, silenciosos y oscuros. Y sabios, por toda la información que aportan. Son un auténtico tesoro que yace en el interior de la naturaleza. Vamos a descubrir este secreto bien escondido durante miles de años en la cordillera pirenaica: las cuevas de hielo fósil.
¿Qué es una cueva helada?
Hablamos de profundas galerías en las que son necesarias dos condiciones: que haya una temperatura especialmente baja y que haya agua que pueda generar hielo y conservarse durante muchísimo tiempo. Estas congelaciones del sistema kárstico del Pirineo han permanecido ahí miles de años y no hay que confundirlo con el hielo estacional, ese que se origina cada año cuando bajan las temperaturas y que se funde cuando llega el calor.
Normalmente el agua procede de la lluvia y/o de la fusión de la nieve superficial, que se genera un caudal que se cuela por las grietas de la montaña de roca caliza hasta llegar a estas cuevas heladas. Una vez aquí, se topan con auténticas anomalías térmicas: ¡la temperatura media anual está por debajo de los 0 grados! (y casi nunca sube del umbral de los cero grados)
El interior de las cuevas heladas es un verdadero espectáculo visual: deja sin palabras ver cómo enormes masas de hielo abrazan la roca o las formaciones de estalactitas, estalagmitas y columnas de hielo de gran tamaño esculpidas por el paso de los años (y de los siglos).
La mala noticia es que estas cuevas de hielo fósil, según los expertos, están en claro retroceso y riesgo de desaparición por el aumento de las temperaturas derivado del cambio climático. Un hecho especialmente grave, ya que estas grandes masas heladas ofrecen valiosa información para los científicos sobre las condiciones ambientales y climáticas de los últimos 6.000 años. Son algo así como una memoria climática viva que, en los peores casos, dejarían de existir en 20 años.
La cueva helada de Casteret
A pesar de ser un fenómeno geológico bastante desconocido para el público general, los Pirineos albergan una buena cantidad de cuevas heladas. La concentración más elevada se da en la zona del Alto Aragón, especialmente en el macizo de Tres Serols o Monte Perdido, en el Geoparque Mundial de la UNESCO Sobrarbe-Pirineos. Están entre los 1.900 y los 3.000 metros de altitud.
En la zona de Marboré hay hasta 35 grutas heladas identificadas. La más conocida es la de Casteret, un regalo de la naturaleza que es, además, la que está ubicada a mayor altitud en todo el mundo: está a 2.765 metros sobre el nivel del mar. Lamentablemente, las condiciones de la gruta y el vandalismo en un espacio tan sensible han obligado a las autoridades a prohibir el acceso de curiosos, así que solo podremos llegar hasta la boca de entrada, donde veremos una valla metálica.
En la actualidad, solo se autoriza la visita a científicos, quienes deben tener conocimientos de espeleología e ir convenientemente equipados con crampones, luz, cuerdas y mucha ropa (¡es como entrar en un congelador gigante!). En todo caso, para llegar hasta la valla y curiosear desde fuera, tenemos estas alternativas, todas ellas rutas por alta montaña:
–Desde la Pradera de Ordesa. Es el camino más rápido para llegar a la entrada de la cueva helada de Casteret, que nos llevará por las clavijas de Cotatuero, unos pasos algo expuestos y equipados con cadenas, no aptos para personas con vértigo. Es necesario tener un cierto nivel en montaña para hacer esta ruta con la que tardaremos unas cinco horas (solo subida).
–Desde la Pradera de Ordesa, por el refugio de Góriz. Podemos aprovechar la visita hasta el acceso de la cueva de Casteret para hacer una de las rutas más conocidas y bonitas del Pirineo aragonés, pasando por las Gradas de Soaso y por la Cola de Caballo. Desde el refugio nos quedarán tres horas de caminata (solo ida).
–Desde Gavarnie, por el refugio de Sarradets. Si entramos por la parte francesa del Pirineo, subiremos por las escaleras de Sarradets hasta llegar al refugio, desde donde seguiremos hasta la Brecha de Rolando. Son unas 6 horas (solo ida).
Las paredes heladas de Casteret se congelaron hace miles de años y, desde entonces, permanecen este estado sólido. Con el cambio climático se están fundiendo las partes más cercanas al exterior de la cueva. Aún así, en su interior todavía se conserva un gran glaciar subterráneo con un lago helado, así como formaciones de hielo de lo más variopintas: estalactitas, estalagmitas, olas, e incluso una cascada que se la conoce como “el Niágara helado”.
Curiosamente, esta cueva recibía originalmente el nombre popular de Espluca Negra. Era un lugar conocido por los pastores de la zona, pero quien la dio a conocer al público general fue el espeleólogo francés Norbert Casteret en 1926, lo que hizo que se renombrara el enclave.
Hay otras cuevas heladas que han hallado los científicos en el Pirineo aragonés, pero todas ellas son inaccesibles para el público general, ya que requieren conocimientos y material técnico: la cueva helada A294, en el macizo de Cotiella; varias grutas en la Faja de los Sarrios; la cueva de Soaso, en el macizo de Tendeñera; la cueva de Somola, en el macizo Collarada; las cuevas A-70 y S-10, en el macizo Lecherines; o la del Turbón, con un pequeño lago en la entrada.
Si formas parte del común de los mortales que no accederá nunca a estas fabulosas cuevas heladas que esconden los Pirineos, siempre te quedarán (¡nos quedarán!) las fotos que hacen los científicos en sus expediciones y caminar por la superficie de las montañas pirenaicas, ¡que tampoco está nada mal!
Raquel Andrés