Vilarinho da Furna sigue vivo en la memoria de sus habitantes
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25.11.2023
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En 1971 no se hundió sólo un pueblo entero. En el fondo de las aguas del río Homem, al norte de Portugal, no sólo se encuentran paredes de granito y campos que alguna vez fueron verdes y cultivados. Hay recuerdos sumergidos de un pueblo que vivió en comunidad y compartió todo. Hoy, sus antiguos vecinos comparten el sentimiento de tristeza por no tener ya su Vilarinho da Furna.
El 1 de enero de 1971, los copos de nieve caían suavemente sobre los tejados de este pueblo a una hora de Aceredo, el pueblo gallego sumergido 21 años después, en 1992. Manuel Antunes recuerda bien ese día. Y, si no lo recordaba, siempre le quedarían los cientos de registros fotográficos que tiene de los últimos días que pasó en Vilarinho da Furna.
Manuel Antunes, profesor universitario y sociólogo jubilado, nació y creció en ese pequeño pueblo de Campo do Gerês, ubicado en el extremo noreste del municipio de Terras de Bouro. A los 12 años fue a estudiar en Viana do Castelo. Sin embargo, siguió visitando el pueblo siempre que podía, especialmente durante las vacaciones de Navidad, Semana Santa y en verano.
Aquel primer día de 1971, Manuel Antunes, de unos 20 años y ya viviendo y estudiando Filosofía en Lisboa, aprovechó las vacaciones de Navidad para visitar a una tía que todavía vivía allí y despedirse del pueblo antes de que se perdiera para siempre en las aguas del embalse.
«Vi el desmantelamiento de las casas, hice algunas fotografías, también traje algunos objetos para el museo y salimos el día 2. Fuimos las dos últimas personas en salir de allí el 2 de enero de 1971», dijo en una entrevista con EscapadaRural.
La presa de Vilarinho das Furnas acabaría por empezar a funcionar en febrero de 1971, pero no fue inaugurada oficialmente hasta el 21 de mayo del año siguiente.
“Un museo para evocar un pueblo sumergido”
Manuel Antunes, que hoy tiene 71 años, es uno de los mayores guardianes de la memoria de Vilarinho da Furna, incluso antes de que se construyera la presa. “Cuando se decidió construir la presa, en 1967, lancé la idea de crear el Museo Etnográfico de Vilarinho da Furna”, recuerda. Una idea que califica de “delirante”, pero que hoy en día permite no olvidar la extinta aldea comunitaria.
También fue idea del sociólogo llevar algunas de las casas de Vilarinho da Furna para construir el propio museo. El museo fue inaugurado en 1989 y puede visitarse a pocos kilómetros del antiguo pueblo, en Campo do Gerês. “Lo más importante del museo son las propias casas traídas de Vilarinho”, afirma.
El Museo Etnográfico se construyó con las piedras de dos casas de Vilarinho da Furna y la capilla del pueblo sirvió para construir los cimientos del edificio. “Fue la forma que encontré en su momento para mantener la memoria de Vilarinho”, explica.
Manuel asegura que no hay otro lugar en el mundo que tenga “un museo que evoque un pueblo sumergido”. Con la excepción del Museo da Luz, construido en 2003 para recordar Aldeia da Luz, un pueblo portugués sumergido por la construcción del embalse de Alqueva, en Alentejo.
Pero, a diferencia de Aldeia da Luz, en Vilarinho da Furna no se construyó un nuevo pueblo donde la gente pudiera ir. “¿Qué sentido tenía un pueblo cuando le habían quitado los campos, que eran su principal fuente de ingresos?”, argumenta Manuel Antunes.
“La más perfecta expresión de la democracia”
Las aproximadamente 250 personas que vivían en el pueblo se dispersaron por las distintas tierras de los municipios portugueses de Braga, Viana do Castelo, Ponte da Barca, Ponte de Lima, Barcelos, Vieira do Minho y Terras de Bouro. Allí, conocieron gente nueva y nuevas costumbres. Pero se perdió la vida comunitaria de Vilarinho da Furna.
El estilo de vida comunitario de Vilarinho resistió el paso de los siglos, incluso cuando esta forma de vida cayó en desuso en Europa.
Los vecinos del pueblo organizaban reuniones semanales -generalmente los jueves- donde representantes de las distintas familias analizaban hasta el cansancio los problemas que afectaban a todos y decidían, por voluntad expresa de la mayoría, las soluciones a adoptar.
Para Manuel Antunes, “la Junta fue la más perfecta expresión de la democracia”. Incluso durante el régimen dictatorial del Estado Novo, Vilarinho da Furna siempre vivió en democracia y las mujeres votaban desde el siglo V. “Si representaban a la familia, votaban, fuera hombre o mujer”.
El jefe de la comunidad –conocido como juez o encargado– era completamente independiente de las autoridades administrativas oficiales y era elegido obligatoriamente por un período de seis meses, entre los hombres casados de la Junta, según el orden cronológico de los matrimonios.
Un chapuzón en Vilarinho da Furna
Manuel Antunes guarda muchos recuerdos de su infancia en el pueblo, algunos de los cuales están registrados en los cuatro libros que escribió sobre Vilarinho da Furna y en las fotografías expuestas en el museo etnográfico. Pero guarda “esencialmente una revuelta emocional”, porque, según él, las familias recibieron muy poco.
“Las familias recibieron, sin contar las casas, una media de medio escudo [antigua moneda portuguesa] por cada metro cuadrado. Una sardina ya costaba un escudo”, compara. Así, la Compañía Portuguesa de Electricidad pagó alrededor de 20.000 escudos por todo el pueblo, lo que hoy equivaldría a unos 100.000 euros.
Fue un momento difícil para las 57 familias que vivían en Vilarinho da Furna. “Les pagaron poco y empezaron a pagar muy tarde, en septiembre de 1969, y luego le dieron a la gente un año para irse. Fue una situación muy complicada”, explica el sociólogo.
A pesar de todo, los habitantes del pueblo se adaptaron y hoy alivian su nostalgia visitando el museo y el pueblo cuando el nivel del agua lo permite. La Asociación de Antiguos Habitantes de Vilarinho da Furna (AFURNA) fue creada en 1985 con el objetivo de preservar, promover y perpetuar la memoria del pueblo.
“El pueblo está bajo el agua, pero intentaremos sacar el mayor beneficio posible”, asume Manuel Antunes. Para ello, en 2001 se creó el Museo Subacuático de Vilarinho da Furna, en colaboración con la empresa de animación turística Cavaleiros do Mar, con sede en Viana do Castelo. Con máscaras, aletas y botellas de aire comprimido es posible nadar entre las ruinas, entrar en las casas y explorar el pueblo desde una perspectiva diferente.
Mientras que a algunos les gusta sumergirse en el pueblo, a la mayoría le gusta ver Vilarinho da Furna completamente descubierto y caminar por las calles como si la presa nunca se hubiera construido y el pueblo nunca hubiera sido borrado.
En épocas de sequía es posible ver perfectamente el pueblo. Este fenómeno ocurre de vez en cuando y es una alegría para quienes dejaron enterrados sus recuerdos allí. «Echamos de menos Vilarinho da Furna. Es un momento para encontrarnos”, dice Manuel Antunes, esperando poder ver su pueblo, si el río Homem lo permite.
Ângela Coelho