A veces, los grandes tesoros naturales se encuentran a menos de una hora de las ciudades. Es el caso de Campo Lameiro, un lugar conocido también como la capital del arte rupestre de Galicia. El sobrenombre se debe a la cantidad de petroglifos que se encuentran en su demarcación, un distintivo que atrae a un gran número de visitantes cada año, aunque no es el único. En este pueblo pontevedrés también hay miradores, senderos y templos religiosos que completan su encanto. Por no hablar de la calidad de su gastronomía: es casi imposible comer mal en tierras gallegas.
El Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre de Campo Lameiro es, por supuesto, su insignia. De hecho, contiene una de las mayores concentraciones de estos restos en Europa dentro de sus 20 hectáreas. Incluso aquellas personas que no estén especialmente interesadas en la materia disfrutarán de la visita porque es de todo menos aburrida. El complejo está dividido en tres partes: la exposición, el área arqueológica visitable y el poblado.
En la primera se puede conocer cómo se hicieron los petroglifos de Galicia hace más de 4.000 años, en la Edad de Bronce. Asimismo, se identifican las escenas y representaciones más frecuentes, se indaga en su significado e incluso permite conocer cómo vivieron aquellos que los crearon.
El itinerario que conduce a los visitantes por el área arqueológica tiene 3 kilómetros de longitud (hay fuentes y zonas de descanso). Entre los diferentes petroglifos que se pueden ver están los siguientes: Laxe da Forneiriña, Laxe dos Carballos, Outeiro dos Cogoludos 1, Pena Furada y Laxe dos Cabalos. Los dibujos representan figuras de animales, caballos con jinetes o formas geométricas.
El poblado de la Edad de Bronce reconstruye cómo eran las poblaciones hace 4.000 años, con sus cabañas circulares y techos de paja, los cercados para los animales y los lugares de almacenamiento. Para su construcción se utilizaron los mismos materiales que en aquel tiempo, para que la representación fuese lo más fidedigna posible.
Qué más ver en Campo Lameiro
No todo es arqueología en Campo Lameiro, claro. También hay otros lugares de interés como puede ser el Mirador de Moraño, en O Campo (San Miguel). Allí, entre robledales, se puede ver manadas de caballos salvajes en libertad y en los días sin nubes hasta una panorámica de la ría de Arousa. Para ambas cosas hay que tener un poco de suerte porque los días despejados no son los más habituales en Galicia y los animales no salen cuando las visitas lo desean, funcionan según sus propios ritmos.
Para ver desde las alturas este lugar de Pontevedra se puede subir hasta lo alto del monte Agüeiros, donde se encuentra el castro de Penalba. Allí se encuentra la famosa A Pedra da Serpe, que es una roca de tamaño considerable en la que se puede apreciar el dibujo grabado de una serpiente. Cerca también se puede visitar la ermita de San Antoniño de Penalba, que data del siglo XVIII d.c. (el castro es del siglo IX a.c. así que casi se puede decir que es un templo de nueva construcción).
Fuera de lo que es el Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre también se pueden observar algunos petroglifos como la conocida Laxe da Rotea do Mendo. En ella hay dibujados ciervos de diferentes tamaños y figuras circulares. En concreto, como informa la web de Turismo de Rías Baixas: “Destaca en esta piedra un gran ciervo macho, astado y con falo, en actitud heriática. La representación de la cornada no tiene la misma perspectiva que debería tener en relación con la representación del cuerpo, ya que este último tiene una visión lateral frontal. Normalmente los grabados estaban relacionados con la caza y guerra”.
Las playas fluviales son un remanso de refugio y disfrute cuando hace calor y en Pontevedra se puede disfrutar de la que se encuentra en el área recreativa de Lodeiro, a las orillas del río Lérez en su unión con el río Meneses, cerca del puente de Cuitián. Dispone de un merendero con mesas e incluso parrillas para quienes quieran organizar un pícnic y también es el punto de partida de la ruta de los molinos del río Meneses. Además, también es un coto de pesca.
Dicha senda tiene un recorrido de 8,6 kilómetros y su dificultad es media-baja. Se empieza en el mencionado merendero y sigue el cauce del Meneses hasta llegar al Muíño de Chan do Coiñal cuatro kilómetros después. Más adelante pasa al lado del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre de Campo Lameiro y regresa al inicio siguiendo la orilla derecha del río Lérez. Durante todo el camino se pueden ver molinos harineros que, aunque están en desuso, algunos de ellos (no todos) se han restaurado. En su momento se utilizaron para moler el cereal aprovechando el movimiento del agua del río.
En cuestión de patrimonio religioso destacan algunos templos como la iglesia de San Miguel do Campo, que data de la segunda mitad del siglo XII al igual que la iglesia de Santa Mariña de As Fragas. La más reciente es la iglesia de Santa María de Moimenta, que es del siglo XVIII. Además, en la zona también hay diversos ejemplos de construcciones tradicionales destinadas a la vivienda como el Pazo de Ameixeiriñas, el Pazo da Formigueira o la Casa das Cruces.
Para llenar el estómago después de las caminatas entre petroglifos, templos y pazos, nada mejor que escoger entre las especialidades de la zona. Algo que no es nada fácil porque las cartas están llenas de platos aplaudidos internacionalmente: pulpo á feira, zamburiñas a la plancha, empanada o los mejores pescados. En la provincia tienen también sus especialidades propias como las orellas de entroido, que son unas tortas dulces hechas con huevo, harina y anís o la Larpeira, un bollo dulces con crema pastelera que se puede encontrar en prácticamente todas las pastelerías de la zona.
Carmen López