“Los campesinos vascos nunca habían visto semejante locura”
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19.01.2022
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Nacimiento del esquí en Tolosa, pueblo casi sin nieve
Desde su casa de Berastegi, uno de los pueblos más altos de Gipuzkoa, ‘Txiki’ Plazas mira a las montañas de alrededor y no termina de situar la escena de hace un siglo: “Hay alguna foto de ese día, intentamos identificar el punto exacto donde saltaron, pero no lo tenemos claro”. Aquí cerca debió de ser, en las laderas del monte Uli, quizá en las del monte San Lorenzo.
El 4 de abril de 1910, una cuadrilla de noruegos y guipuzcoanos subió a Berastegi, amontonó nieve para construir una rampa y celebró la primera competición de esquí registrada en España: el concurso regional de saltos, organizado por el recién nacido Ski Club Tolosano. Lo dividieron en dos categorías: noruegos (ganó Hafdan Tollerud, con un salto de 12 metros, seguido de Gustav Aas, con 11 metros, y Emil Pettersen, con 10,5) y locales (ganó Jenaro Ruiz de Arcaute: no consta su marca, quizá por no hacer un feo). No tenemos crónicas de aquella competición, pero sí un relato de la primera vez que los noruegos volaron sobre las nieves vascas, un par de años antes, a finales de enero de 1908. Lo escribió el historiador Jakob Vaage, en el libro El esquí noruego conquista el mundo: “Albert Amundsen, Emil Pettersen, Bernt Topp y Hafdan Tollerud construyeron una rampa junto a un caserío y comenzaron a saltar con los esquís. Los campesinos vascos nunca habían visto semejante locura y se divirtieron mucho siguiendo los vuelos de los noruegos. Pero Bernt Topp sufrió una caída aparatosa, metió un esquí y un brazo hasta la tierra sembrada, arrancó unos nabos y el campesino se enfureció. ¡Aquellos locos estropeaban su huerta! Los echó de allí. Así terminó la primera exhibición de saltos de esquí en Tolosa”.
¿Qué hacían aquellos noruegos en Gipuzkoa a principios del siglo XX?
El primero, Hafdan Magnus Mustad, llegó pedaleando en el verano de 1906. Vino como enviado de la empresa noruega Mustad, productora de clavos, alambres, horquillas, anzuelos y hachas, que se había extendido por varios países europeos y quería instalar una fábrica en España. Este hombre debió de llegar en tren a Irún o San Sebastián y luego siguió en bicicleta, remontando el valle del Oria, hasta que en la villa papelera de Tolosa encontró lo que buscaba: un terreno amplio en la orilla de un río, al pie de la carretera nacional y del tren Madrid-Irún, en un pueblo con infraestructura industrial. Allí construyeron su fábrica, allí llegaron los primeros directivos, ingenieros y mecánicos noruegos para ponerla en marcha, allí les pilló una nevada a finales de enero de 1908, como cuenta el abogado tolosarra Francisco Tuduri en su minucioso libro Cuando el esquí comienza.
Debieron de venir preparados, porque el ingeniero Aimond Enebok se calzó los esquís y salió a deslizarse por las calles de Tolosa. La gente se quedó pasmada. El esquí lo inventaron los escandinavos como medio de transporte, su variante deportiva empezó a extenderse por la Europa central y los Alpes a finales del siglo XIX, y es posible que algunos tolosarras hubieran visto imágenes de esquiadores en las revistas ilustradas francesas, porque vivían en una villa industrial con amplia colonia extranjera y con unos burgueses locales atentos a las modas europeas. Entre aquellos empresarios, abogados o ingenieros tolosarras se encontraban los “distinguidos sportmen”, los primeros montañeros, atletas, ciclistas, futbolistas. Pero ni el más moderno de aquellos señoritos había contemplado jamás semejante espectáculo: Enebok recorría veloz sobre sus tablas las calles nevadas de Tolosa.
A los locales les picó la curiosidad. El 2 de febrero de 1908, Isaac López Mendizábal y José Eizaguirre subieron con Enebok a los alrededores del caserío Maita Azpikoa, y allí, en las faldas del monte Uzturre, se dieron los primeros trompazos del esquí vasco. Un poco más tarde, el 5 de marzo, seis esquiadores elegantes, con boinas, chaquetas, corbatas, pantalones holgados y polainas, con buenos mostachos y alguna barba, posaron en Lekunberri (Navarra) para la foto inaugural de esta historia. El único que lleva guantes -¡vaya!- es el noruego Enebok. Los demás son tolosarras: Elósegui, Ruiz de Arcaute, Eizaguirre, Irazusta -que fuma un purito y sonríe- y López Mendizabal. Se ve el coche con el que viajaron, y eso revela ya una característica: los primeros esquiadores eran gente de dinero y se dedicaban sobre todo a “salir en busca de nieve”, en palabras de Tuduri, porque en el valle del Oria caía muy poca. Desde Tolosa, esta primera expedición subió en coche hasta Lekunberri, ya a 475 metros, a los pies de la sierra de Aralar, para encontrar buenas extensiones blancas. Solían subir a Leaburu, a Uitzi, a Lekunberri. Y muy a menudo a Berastegi, cerca de Tolosa y de la muga navarra, ya a 400 metros de altitud.
De Tolosa a Groenlandia
Cien años después, cuando caen los primeros copos de la temporada, algunos vecinos de Berastegi se ponen nerviosos y contentos. Entre ellos Miguel Ángel Plazas, 58 años, a quien todos llaman ‘Txiki’, porque es pequeño, también fibroso y eléctrico, una especie de duende de las nieves, con ojos claros, sonrisa fija y unas orejas desplegadas que van mejor protegidas bajo el gorro de esquí. ‘Txiki’ es otro eslabón en la cadena de esquiadores, expedicionarios polares y hasta participantes en Juegos Olímpicos de invierno que ha dado Tolosa, pueblo sin nieve.
“No nos podemos aguantar”, dice. Lleva toda la vida deslizándose por cordilleras, tundras y casquetes polares, en marchas, expediciones y campeonatos, pero cuando nieva en Berastegi… “Cuando nieva aquí es una maravilla, nos da mucha alegría salir esquiando desde la misma puerta de casa. Vamos corriendo, a ver si llegamos a la pista del monte antes que los cuatro por cuatro, porque esos hacen unos surcos enormes y nos fastidian el recorrido”. Suben hasta el haya solitaria del monte Uli y bajan. Tampoco hace falta mucho más, en estas regiones donde la nieve escasea, para que los esquiadores disfruten como locos.
De hecho, era habitual que las competiciones locales se suspendieran por falta de nieve. A finales de los años 70 y principios de los 80, el calendario guipuzcoano llenaba de pruebas el invierno: cada club organizaba la suya, siempre en la sierra de Aralar, luego llegaban el campeonato guipuzcoano, el vasco-navarro… ‘Txiki’ recuerda que a menudo volvían a casa, su madre le preguntaba qué tal le había ido y él contestaba que la carrera se había suspendido por falta de nieve. Por eso, cuando en la primavera de 1988 se marchó con otros tolosarras a una expedición para atravesar Groenlandia esquiando, la madre de ‘Txiki’ se temió otro fracaso y le preguntó si en mayo encontrarían nieve suficiente.
En los 80 viajaron cada vez con más frecuencia al refugio de Belagua, al Pirineo navarro. “Allí a veces el problema era el contrario. Íbamos en autobús, con los niños de varios clubes guipuzcoanos, y de repente nos pillaba una tormenta, una nevada terrible. Una vez nos quedamos atascados en una curva y venga, nos bajamos del bus y seguimos caminando ladera arriba, cuatro kilómetros, de noche, con los chavales cargando las mochilas, los sacos, los esquís… A uno se le cayó el saco rodando hasta el fondo del valle. Llegaban medio helados al refugio, recuerdo cómo se ponían todos apretados delante de la chimenea, acercando las manos al fuego… Madre mía, si ahora hacemos algo así, a los monitores nos mandan a la cárcel”.
‘Txiki’ insiste en la transmisión entre generaciones. Él se inició en el esquí de fondo a los 14 años en el Club Alpino Uzturre, continuador del legendario y ya desaparecido Ski Club Tolosano, el de los noruegos. En 1977 participó por primera vez en unos campeonatos de España, en Rasos de Peguera: “Yo era muy malo, para encontrar mi nombre siempre leía la clasificación de abajo arriba”. Lo curioso es que se proclamó campeón de España en Linza, en 2015, con 54 años, como miembro de la selección vasca de relevos, prueba en la que participan equipos de dos hombres y una mujer: “A uno de la selección no le dejaron salir por problemas burocráticos y en el último momento me llamaron a mí, que competía en la categoría de veteranos, para que completara el equipo con Imanol Rojo y Maialen López. Pues a pesar de eso ganamos, con dos segundos de ventaja sobre los aragoneses. Yo ya dije: campeón de España, me retiro en todo lo alto”, se ríe.
Él tuvo como maestros a algunos de los esquiadores guipuzcoanos que atravesaron la tundra de Laponia en 1974. Inspirados por aquella aventura, el propio ‘Txiki’ Plazas y otros tolosarras de su generación -Dina Bilbao, Josu Iztueta, Nekane Urkia y Ángel Ortiz- completaron una expedición polar memorable en 1988: cruzaron el inmenso casquete congelado de Groenlandia de este a oeste, durante 34 días, cargando en trineos con todo lo necesario para sobrevivir y con la comida racionada. Para aguantar el frío y el esfuerzo necesitaban 3.600 calorías diarias, y las obtuvieron con el mismo menú durante todo el mes: puré de patatas con trozos de jamón, té, galletas y mermelada. Atravesaron seiscientos kilómetros de paisaje blanco absoluto, con temperaturas siempre bajo cero y vientos superiores a cien kilómetros por hora. El mapa del interior de Groenlandia es una hoja en blanco, sin referencias, y en aquella época no se usaban los aparatos de posición GPS ni los teléfonos por satélite, de modo que para trazar el rumbo obedecieron a la brújula, al sextante y a una rueda de bicicleta con cuentakilómetros que instalaron en un trineo. ‘Txiki’ recuerda angustias -cuando una tormenta los retuvo durante días en el mismo sitio y temían que el vendaval arrancara las tiendas- y bellezas -cuando se dirigían hacia el sol poniente y los esquís avanzaban sumergidos en una llanura de luz-. Y sí: en Groenlandia, incluso en mayo, encontraron nieve suficiente.
Regreso a Gjøvik
Ahora ‘Txiki’ Plazas da el relevo a las siguientes generaciones. Su hija Olaia, de 16 años, y su hijo Mikel, de 19, ya han sido campeones de España en diversas categorías y compiten en pruebas europeas. También entrenó desde críos a los hermanos Rojo: Joseba participó en campeonatos del mundo, Imanol fue olímpico dos veces (Sochi 2014 y Pieonchang 2018) y acaba de clasificarse para los Juegos de Pekín 2022. Así se sumó a las participaciones de Haritz Zunzunegi (Nagano 1998 y Salt Lake City 2002). Casi nada: cinco presencias olímpicas de dos esquiadores de Tolosa, pueblo sin nieve.
Imanol Rojo, 31 años, acaba de cerrar el círculo. En las competiciones internacionales se hizo amigo de los hermanos Petter y Marten Skinstad, esquiadores de Gjøvik, precisamente el pueblo noruego en el que se fundó aquella empresa Mustad. En diciembre de 2018, Rojo participó en las pruebas para la Copa del Mundo disputadas en Lillehammer, a solo 45 kilómetros de Gjøvik, y aprovechó para visitar con los hermanos Skinstad el pueblo en el que empezó toda esta historia. En la empresa Mustad, aún activa, le enseñaron un libro con la historia y las fotos de aquellos antepasados que se fueron hasta la remota Tolosa con sus esquís en el equipaje.
Desde Gjøvik salieron los noruegos que trajeron el esquí a Tolosa, por Gjøvik apareció un siglo más tarde un tolosarra que esquiaba en competiciones mundiales. Se puede decir que Imanol Rojo es el heredero más reciente de aquel Isaac López Mendizabal -escritor, político, cofundador de la academia de la lengua vasca- que el 20 de febrero de 1909 tomó una decisión valiente en la estación pirenaica de Eaux-Bonnes. Allí se habían presentado trece tolosarras y un noruego, miembros del recién nacido Ski Club Tolosano, para competir con franceses y suizos en el segundo concurso internacional de esquí. Aquello no era cualquier cosa: se celebraron competiciones de fondo, velocidad, saltos y bobsleigh, asistieron cuatro mil espectadores, incluido el rey español Alfonso XIII y docenas de periodistas. El Ski Club Tolosano logró un exitazo: su miembro noruego Gustave Aas consiguió la medalla de plata en el salto, tras el suizo Paschoud. Pero los miembros tolosarras del equipo se habían acobardado ante el nivel de los saltadores internacionales y la enorme afluencia del público, así que habían renunciado a participar. López Mendizabal dijo que eso no podía ser, que alguno de Tolosa tenía que saltar. Se lanzó ladera abajo, saltó por la rampa, echó a volar, se le desequilibró una pierna y se pegó un tortazo. No apareció en las clasificaciones, pero abrió una larga huella en la nieve.
Ander Izagirre
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