Según la obra Naturalis Historia de Plinio el Viejo, los romanos conocían esta isla con el nombre de Planasia. Hoy, esta isla del archipiélago de Canarias, situada en el océano Atlántico, a 97 km de la costa noroeste del continente africano, se llama Fuerteventura. Su nombre probablemente procede del hecho de que hay que vivir una buena aventura náutica para llegar a una isla tan azotada por los vientos como esta.
Fuerteventura, junto con la vecina isla de Lanzarote, es de las más áridas de las Canarias, y además, de resultas de la proximidad de la costa africana, aquí suele haber calima, el polvo en suspensión generado por las tormentas de arena del Sáhara.
La actividad principal de la isla actualmente se localiza en el turismo. Sin embargo, debido al poder viral de las redes sociales, una tendencia que se suele destacar con el hashtag #popcornbeach para identificar sus imágenes, ha provocado que las palomitas de una de sus playas haya llamado particularmente la atención de instagramers y curiosos. ¿Palomitas? ¿Como las que comemos en el cine?
El carbonato cálcico de «la playa de las palomitas»
La playa de Fuerteventura, rebautizada por los turistas como Popcorn Beach o Popcorn Bay, en realidad no está tapizada de palomitas, aunque se le parezcan. Tampoco es el único lugar donde hay “palomitas”: algunas otras playas de Fuerteventura también cuentan con grandes depósitos, como Majanicho o El Bristol.
Estas palomitas obviamente no son palomitas de maíz. Tampoco son, como otros han dicho, restos de coral blanco. Estamos ante rodolitos, es decir, estructuras calcáreas de algas rojas, algas conocidas popularmente en Canarias como confites o cotufas.
Es decir, que en realidad esas palomitas de maíz son carbonato cálcico creado por un tipo de algas no sujetas al mar para sintetizar su esqueleto. Y se encuentran, en mayor o menor medida, en todos los océanos del mundo.
Sí, si te las llevas a la boca estarán saladas, como palomitas, pero hasta ahí llegan sus similitudes, aparte de su aspecto. Se parecen tanto en su forma porque se ha erosionado poco a poco: no se fijan a las rocas, sino que se dejan mecer en los fondos marinos gracias al impulso de las corrientes marinas. Sin embargo, este carbonato no es nada prosaico, a pesar de todo. De hecho, es más espectacular en sí mismo que si nos encontráramos verdaderamente ante palomitas de maíz salpicando la arena de la playa.
El carbonato cálcico se encuentra en organismos vivos, formando parte del esqueleto como es el caso de los esqueletos de corales, también en las cáscaras de huevo de aves y reptiles, o en las conchas de moluscos. También es el componente principal de rocas como la caliza (y sus variedades travertino, creta, carniola) y del mármol procedente del metamorfismo de calizas, así como también es el componente de minerales como la calcita o el aragonito.
De hecho, el carbonato cálcico es uno de los compuestos químicos más importantes de la civilización. Además de ser lo que se usa para marcar las líneas en las instalaciones deportivas, tiene usos imprescindibles en la agricultura, la construcción y otras áreas fundamentales del mundo moderno.
En medicina, el carbonato cálcico también se utiliza habitualmente como suplemento de calcio, como antiácido y agente adsorbente. Es fundamental en la producción de vidrio y cemento. En agricultura, elimina los iones de hidrógeno, reduciendo la acidez y mejorando la calidad de la tierra.
También es un compuesto capaz de eliminar bacterias, así que puede elaborarse jabón con él, tal y como sucede en el manga de Dr Stone (llamado así precisamente por el carbonato cálcico). En uno de sus diálogos podemos leer textualmente:
En este mundo, donde enfermedad es igual a Game Over, esta masa es capaz de eliminar bacterias. Una piedra de la vida que hará de nuestro médico. ¡El Doctor Stone!
Palomitas no: fósiles delicados de algas
La mayoría de las algas coralinas secretan carbonato cálcico y cumplen un papel crucial en la formación de los arrecifes de coral (estas formas coralinas pueden ser difíciles de distinguir de los corales, pero no son lo mismo). El crecimiento de estos rodolitos es extremadamente lento, alrededor de 1 milímetro al año: en nada se parece a la elaboración de palomitas.
Y resultan cruciales para el ecosistema. Vivos, en el fondo del mar, son excelentes refugios para los peces. Muertos, ayudan a conformar las arenas de las playas. Además, absorben carbono de la atmósfera mediante la fotosíntesis. La acumulación de sus depósitos, entonces, constituye una fuente importante de carbono azul, tal y como se denomina al carbono orgánico capturado por los ecosistemas marinos.
Por ello, no es buena idea sustraerlos de su lugar. Algo que está ocurriendo con bastante frecuencia, a pesar de que está prohibido por la Ley de Costas de Canarias: los expertos estiman que desde hace algo más de un año los visitantes se están llevando unos diez kilogramos al mes de estos rodolitos.
A fin de evitar el espolio natural, el Ayuntamiento de La Oliva, al que pertenece la Playa de las Palomitas, puso en marcha una campaña de sensibilización para evitar que muera de éxito. Irónicamente, la gente sustrae esta sustancia pensando que son palomitas de maíz, cuando en realidad es algo mucho más importante y espectacular. Y, quizá, precisamente por eso, no se respeta tanto como debiera este tapizado blanco y salado, pilar básico del ecosistema y nuestra civilización.
Sergio Parra