Ruta en coche por los faros de la Costa da Morte
Escrito por
10.02.2021
|
5min. de lectura
Son muy variados los orígenes que se le atribuyen al nombre de esta parte del litoral del Atlántico. Costa da Morte, la Costa de la Muerte. Algunos refieren a la ancestral creencia de que aquí, en los afilados acantilados coruñeses, se acababa la tierra; para ellos, era el fin del mundo. Otros, más poéticos, aluden al ocaso pues, para los caminantes que venían de toda Europa, la Costa da Morte era el último lugar donde se ponía el sol. Y, por supuesto, también están los que relacionan su denominación con los numerosos naufragios y muertes que se producían siglos atrás en estas bravas aguas coruñesas, cuando no había luz alguna que advirtiera a los marineros y exploradores.
Sea cual fuere el porqué de su nombre, de lo que no hay duda es de la naturaleza escarpada y peligrosa de estos 200 kilómetros de litoral gallego; una cualidad que motivó la construcción de los actuales 8 faros que recorren la Costa da Morte guiando a buen puerto a los navegantes.
El famoso e histórico faro de Finisterre fue el primero en erigirse allá por 1853. Además de ser el faro más al sur de la Costa da Morte, hasta hace muy poquito, se pensaba que era el punto más occidental de la Europa continental. De ahí que reciba el sobrenombre del faro del fin del mundo. Pero además de por su situación y antigüedad, su torre ortogonal y su haz de luz a 138 metros sobre el nivel del mar, es un símbolo triunfal para los miles de peregrinos del Camino de Santiago. Justo aquí es donde ponen fin a su aventura peregrina. El premio es una inolvidable puesta de sol que inunda la retina.
La siguiente parada la protagoniza el faro de Touriñán, puesto en funcionamiento en 1981. Éste sí es, a día de hoy, el punto más occidental de Galicia. El enclave es de una belleza salvaje sobrecogedora. Llegar hasta él es sencillo, pues hay una carretera en aceptable estado. Un camino bien servido de curvas que no expone el edificio hasta sus últimos metros. Por momentos, parece adentrarse en el Atlántico.
El faro de Punta da Barca, en la localidad de Muxía, y el faro de Cabo Vilán, en Camariñas, son los siguientes protagonistas de la ruta.
El primero ilumina a los navegantes desde 1898 y se sitúa a la vera del santuario Virxe da Barca y de sus dos famosas piedras: “Pedra de Abalar y Pedra dos Cadrís”, la una por sus legendarias propiedades para liberar de pecado. La otra por la creencia popular de que sana el dolor de riñones.
El segundo, alzado imponente en lo más alto de la superficie rocosa del accidente geográfico, comenzó a funcionar en 1896 y fue el primero en hacerlo con luz eléctrica en España. El enclave fue declarado de Interés Turístico Nacional en 1933.
Los dos siguientes, faro de Laxe y faro de Cabo Roncudo (situado en Corme), tienen características muy similares. Ambos empezaron a iluminar la Costa da Morte en 1920 y comparten traje de azulejo blanco. Además, ninguno de los dos es especialmente bonito como tal. Eso sí, estos «hermanos gemelos» también comparten la cualidad de estar levantados en un entorno paisajístico abrumadoramente bello.
Junto al faro de Laxe se puede contemplar, además, el conmovedor homenaje que la artista gallega Iria Rodríguez realizó a los marineros desaparecidos en el mar y a sus familias: «A espera«, una escultura de bronce con forma de mujer que sujeta a su niño mientras avista el océano esperando que el barco que partió hace meses, regrese.
Continuamos con el faro de Punta Nariga, el más moderno de Galicia. Fue construido en granito por César Portela en 1996 y su peculiar silueta recuerda a un barco atracado en puerto. Llegar hasta él no es especialmente fácil pues está alzado en lo más alto del monte Nariga y, si bien su acceso está muy bien señalizado desde la localidad de Barizo, el tramo de carretera final es bastante estrecho y sinuoso, siendo necesarias unas dosis extras de paciencia y precaución.
Y por fin llegamos al término de la ruta de los faros de la Costa da Morte -o comienzo, todo depende-. Estamos frente al faro das Illas Sisargas. Este faro, al contrario que el resto, sólo se puede contemplar desde la distancia, pues se encuentra en la cima de la Isla Grande, una de las tres islas que conforman el pequeño Archipiélago de las Illas Sisargas. En la carretera que une Malpica de Bergantiños con Barizo se ubica el mirador que permite admirarlo.
Un discreto faro que fue construido en 1915 gracias al inconmensurable esfuerzo de los habitantes de Malpica quienes subieron a pulso, y luchando con las fuertes ráfagas de viento que azotan estas islas, cada una de las piedras necesarias para su construcción. Un claro ejemplo de la fortaleza y valor que siempre ha caracterizado a los habitantes de la terriña galega.
Elísabet García
Hola, cuánto tiempo aconsejas para verlos todos? Es posible recorrerlo todo en un día ?
Gracias
Preciosa la ruta de los faros,la hicimos en diciembre y si merece la pena.