Cómo enfrentarse a problemas complejos sin caer en la parálisis

Escrito por

11.11.2020

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6min. de lectura

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Lucifer Gorgonzola Butts, parálisis por análisis

Una máquina de Rube Goldberg es una máquina ficticia que realiza una tarea muy simple de una forma exageradamente compleja, redundante y aparatosa.

Es una máquina que, finalmente, se convirtió en una expresión popular. Nació en unas tiras cómicas que empezaron a publicarse en Estados Unidos a principios del siglo XX por parte de Rube Goldberg, y que estaban protagonizadas por un tal profesor Lucifer Gorgonzola Butts.

The Most Complicated Trickshot Ever (Rube Goldberg Machine Screenlink) | Creezy

Las viñetas de máquinas absurdas de Goldberg se convirtieron en un género en sí mismo en todo el mundo. En España, por ejemplo, también las tuvimos: estaban protagonizadas por el profesor Franz de Copenhague en viñetas de Los grandes inventos del TBO.

Aunque la idea de una máquina que realiza demasiados pasos para obtener un resultado, es decir, una máquina que trabaja mucho para obtener un beneficio nimio, pueda parecernos cómica, lo cierto es que puede extrapolarse al mundo real. Concretamente, a los sistemas que usamos para gestionar el exceso de información que nos rodea.

Exceso de información y superstición

El primer experimento para demostrar cómo un cerebro puede acabar actuando como máquinas de Rube Goldberg no tuvo lugar en seres humanos, sino en palomas, en 1948.

Nos referimos al ya clásico experimento de Burrhus Frederic Skinner, pionero en psicología experimental y que defendió el conductismo, que considera el comportamiento como una función de las historias ambientales de refuerzo.

En este experimento participaron ocho palomas hambrientas, las cuales fueron introducidas en la llamada caja de Skinner.

En él, las palomas adoptaban comportamientos absurdos o redundantes, que nada tenían que ver con el hecho de obtener más o menos comida, sencillamente porque el experimentador les entregaba comida de forma aleatoria tras picotear un dispositivo.

A veces, el picoteo se traducía en comida, pero otras veces no. Así que la paloma trataba de entender por qué a veces sí y a veces no, y quizá lo asociaba a otro movimiento o conducta más allá del picoteo del dispositivo: un movimiento particular en las alas, un giro espasmódico del cuello, etc.

Los seres humanos rellenamos también de supersticiones similares o de falsas conexiones causa-efecto nuestras lagunas de ignorancia sobre el funcionamiento de un sistema, o de la propia realidad que nos rodea. Nos quedamos iluminados, cegados por la superstición.

Parálisis por análisis

En una partida de juego de mesa, una situación de parálisis por análisis se produce cuando un jugador utiliza una cantidad de tiempo superior a lo deseable o recomendable provocando un período de inactividad que atenta contra la propia finalidad del acto de jugar.

Así pues, la “parálisis por análisis” aflora si, frente la complejidad del mundo, y por miedo a estropear más lo que tratamos de arreglar, sencillamente no hacemos nada.

Para evitar concebir una máquina de Rube Goldberg no construimos nada, nos quedamos la mesa de dibujo trazando esquemas y más esquemas hasta que quedamos extenuados. Buscamos tanto la perfección, la solución idónea, que no somos capaces de alcanzarla nunca.

Tanto instalarnos en el escenario “máquina de Rube Goldberg” como en el de “parálisis por análisis” acarrean consecuencias negativas en las organizaciones, el desarrollo tecnológico y la felicidad de las personas.

Son dos caras de la misma moneda que pueden solucionarse, también, de la misma forma. Es decir, actuando a la vez que vamos modificando la configuración de la máquina, eliminando las partes inútiles, ineficientes o sencillamente contraproducentes. Actuando a la vez que medimos los efectos de nuestra actuación.

Para obrar así, pues, uno no puede organizar todos esos cambios si están cimentados en una ideología, en una cosmovisión, en una manera de hacer las cosas o en un sesgo. Así que no se trata de no hacer nada. No se trata de dejar las cosas como están y no progresar. Tampoco se trata de elucubrar infinitamente. De lo que se trata es de:

  1. Diagnosticar correctamente el problema,
  2. Disponer de datos de buena calidad para eliminar errores y bucles
  3. Determinar hacia dónde queremos progresar (porque no todo progreso es mejor)
  4. Reducir al máximo la ideología y los apriorismos adoptar con procedimiento adaptativo, como si usáramos una navaja suiza, es decir, cada una de esas herramientas sirve para algo diferente y las necesitamos todas.

En resumen, hemos de adoptar soluciones líquidas que encajen bien con cada una de las situaciones que nos salgan al paso. Como abunda en ello el politólogo e historiador de las ideas Isaiah Berlin en su libro El sentido de la realidad:

“Un observador científicamente instruido siempre puede, por supuesto, analizar un abuso social determinado, o sugerir un remedio particular, pero poco puede hacer, como científico, para predecir qué efectos generales va a tener la aplicación de un determinado remedio o la eliminación de una fuente determinada de miseria o injusticia sobre otras partes (especialmente remotas) de nuestro sistema social completo. Empezamos tratando de alterar lo que podemos ver, pero las vibraciones que origina nuestra acción atraviesan, en ocasiones, hasta lo más recóndito de nuestra sociedad.”

Una de las ideas más influyentes de Berlín en este sentido la desarrolló en su ensayo El erizo y la zorra, donde divide a los escritores y pensadores en dos categorías: erizos, o que ven el mundo definido a través de la lente de una sola idea (y entre sus ejemplos incluye a Platón, Lucrecio, Dante Alighieri, Blaise Pascal, Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Fiodor Dostoievski, Friedrich Nietzsche, Henrik Ibsen, Marcel Proust y Fernand Braudel), y zorros, que se fundan en una amplia gama de experiencias y para quien el mundo no puede ser reducido a una sola idea (y entre sus ejemplos incluye a Heródoto, Aristóteles, Erasmo, William Shakespeare, Michel de Montaigne, Molière, Johann Wolfgang Goethe, Aleksandr Pushkin, Honoré de Balzac, James Joyce y Philip Warren Anderson).

Tanto si queremos evitar la construcción de máquinas de Rube Goldberg como evitar ser víctimas de la parálisis por análisis, pues, haríamos bien en tender a ser más zorros que erizos.

Sergio Parra

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Comentarios

  1. Pablo 17 de noviembre de 2020 a las 09:44 - Responder

    Muchas gracias por el articulo. Muy interesante.
    Aclara y explica algunas cosas que estamos viendo todos los días.

  2. Luis Manteiga Pousa 27 de febrero de 2023 a las 18:57 - Responder

    El pensar demasiado te puede llevar, efectivamente, a la parálisis por análisis. También puede ocurrir, por el contrario, que te embarques en demasiados proyectos, que hagas demasiadas cosas, etc. Hay que intentar centrarse, al respecto.

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