Más allá de los Pastéis de Belém: 10 dulces típicos (y deliciosos) de Portugal
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24.07.2020
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Negar que los Pastéis de Belém son los dulces más internacionales de Portugal es como decir que el ser humano no necesita el agua para vivir. Junto al bacalao, la francesinha y el vino de Oporto, los Pastéis de Belem son un icono de la gastronomía lusa. Pero, por supuesto, en el país hay muchas más delicias dignas de conocer. Y en el campo de la repostería son muchas y muy variadas.
No hace falta enredarse en más presentaciones. La lista que se ofrece a continuación es como la de la compra: los productos necesarios para llenar la nevera y la despensa de cosas necesarias (en este caso, para alegrar el paladar) que no se pueden olvidar.
Bolo de bolacha
Que también podría definirse como tarta de galletas. Es un postre que se suele preparar en casa, sobre todo porque es fácil de hacer y muy barato. Sus ingredientes son galletas maría, café, yemas de huevo, azúcar y mantequilla. La crema de mantequilla y café se va intercalando con las galletas, haciendo varias capas, aunque dependiendo de quién la prepare, la crema se sustituye por leche condensada, cacao o lo que pinte. Es habitual en las cartas de postres tradicionales junto al flan o el arroz doce (sí, arroz con leche).
Baba de camelo
Otro dulce típico y muy fácil de preparar. De hecho, solo tiene dos ingredientes: huevos y leche condensada. Así que podría llamarse también mousse de leche condensada, pero su nombre popular es mucho más divertido y llamativo. Dice la historia-mito-leyenda que en la primera mitad del siglo XX, una señora llamada Valentina recibió la visita inesperada de un grupo de personas a cenar.
Se dio cuenta de que no tenía suficiente comida para todos, así que decidió improvisar un postre con lo que tenía en la despensa y ponerle ese nombre tan poco apetitoso con la esperanza de que alguien renunciase a su ración. El tiro le salió por la culata porque su experimento resultó delicioso y sus comensales se entusiasmaron tanto con él que llegó a convertirse en un “postre nacional”.
Bolas de Berlim
En este caso, el nombre sí hace origen a su procedencia. Este dulce, que en otros sitios se conoce como Berlinesa, llegó a Portugal de mano de los judíos alemanes que huyeron del nazismo en la II Guerra Mundial y se refugiaron en zona lusa. Pero aquella receta se ha modificado con el tiempo y tiene sus propias características: suele ir rellena de crema de huevo y por fuera es crujiente (en otros sitios es más blanda, por ejemplo).
También llama la atención que, además de venderse en casi todas las pastelerías, son habituales en las playas, donde los vendedores se pasean por la arena voceando ‘¡Olhá Bolinha!’. Vendría a ser como si en España se despachasen donuts a la orilla del mar.
Pingos de Tocha
Son especialmente conocidos en la provincia Douro Litoral, ya que “se inventaron” en el Convento de Santa Clara de Amarante, situado en esa zona. La traducción de su nombre al castellano viene a ser algo como ‘gotas de vela/antorcha’ y fue la antigua pastelería Casa das Lérias de Alcino Reis.
Son dulces elaborados con huevo, azúcar (dos ingredientes esenciales de la repostería lusa) y agua. Su nombre hace referencia a su forma, parecida al de una lágrima o incluso una llama. Un lugar de referencia para encontrarlas en Lisboa es la casa de Casa dos Ovos Moles, conocida por tener una gran variedad de dulces elaborados en conventos.
Papos de anjo
Otro bocado de nombre divertido y también perteneciente a la categoría ‘conventual’. Su traducción al castellano podría ser papada de ángel y su sabor es tan dulce como la cara de los angelitos en las estampas (en la mayoría de ellas, al menos). Una de las teorías sobre su origen es que en los siglos XIV y XV, las monjas usaban claras de huevo para planchar la ropa y usaban las yemas sobrantes para hacer estos dulces.
Por supuesto, están hechos con yemas de huevo y azúcar, aunque generalmente incorporan canela, ralladuras de piel de naranja y limón además de vino de Oporto. En muchas de las recetas que pululan por Internet pondrá que son fáciles de hacer en casa pero, al contrario que la baba de camelo, para hacer estos mofletes angelicales hay que tener algo de mañan.
Bolo de arroz
Para entenderlo rápidamente desde España: es una especie de magdalena pero hecha con harina de arroz (de ahí, evidentemente, su nombre). Y como sus vecina, viene envuelta en un papel que le hace característico. Muy habitual en desayunos y meriendas golosas.
Tarta de serradura
Se trata de una tarta parecida al ‘cheesecake’, que no necesita horno para hacerse. Esta compuesta de nata, leche condensada, gelatina y galletas maría. Parte de estas últimas se pulverizan dándoles aspecto de serrín (serradura en portugués) para cubrir su ‘techo’. Es muy popular y quienes visiten el país lo tendrán fácil para disfrutar de ella en el postre, ya que suele aparecer en todas las cartas de los restaurantes.
Natas do céu
De vuelta al huevo y a las comparaciones. Este postre se asemeja bastante a las natillas españolas. Uno de sus ingredientes principales es el mencionado huevo (raro es que no aparezca en los dulces lusos), así como las galletas maría. Es de justicia reconocer la importancia de estas últimas en la gastronomía popular –en cualquiera de los países en los que se consumen–, ya que por su sencillez no se les da el valor que merecen.
Queijada de Sintra
Su nombre ya indica que es un producto típico de Sintra, aunque también tiene mucha fama en otros puntos de Portugal como Madeira, Montemor-o-Velho o la misma Lisboa. Su ingrediente especial, que la hace diferente a otras quesadas como las de Cantabria, es el queso requeijão o queso crema.
Aunque la primera asociación que se pueda venir a la mente es con el requesón, en realidad se parece más a la ricota italiana. Uno de los más famosos de Portugal es el que se produce en la Serra da Estrela. Las queijadas más conocidas son las de Casa Piriquita.
Fatias doces
Son típicas de Braga, tienen un origen conventual y están hechas con huevos, almendra y azúcar. De hecho, en la ciudad hay muchos dulces que se originaron en conventos y casi todos llevan el huevo como ingrediente estrella. Uno es el pudin del Abade de Priscos, cuyo origen se sitúa en el siglo XIX y su autoría se atribuye a Manuel Joaquim Rebelo, abad de Priscos por aquella época.
Los Fidalguinhos (galletas), las Rabanadas do Convento (propias del Mosteiro de Adaúfe, son parecidas a las tostadas francesas o las torrijas) o las tibias (un pastel alargado relleno de crema pastelera) son algunos de los más famosos. Una ciudad para chuparse los dedos.
Carmen López