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¿Qué tienen en común estas tres ciudades? Sólo Roma, Aviñón y Peñíscola tienen el curioso título de haber sido residencias papales. Roma fue siempre la ciudad eterna donde terminó de implantarse el cristianismo y expandirse por todo el Imperio. El traslado a Aviñón y luego a Peñíscola se conoce como el Cisma de Occidente.
En Peñíscola se concentra la figura histórica del Papa Luna, el «antipapa», quien se refugió en el castillo Templario de la ciudad. Aquí, en el Norte de Castellón y rodeados por el Parque Natural de la Sierra de Irta, conviven los paisajes, las playas y un reguero de curiosidades históricas.
El Papa Luna, el «antipapa»
El Cisma de Occidente fue el periodo (1378-1417) en el que convive en la Cristiandad el poder de hasta tres Papas diferentes. Esta división fue más política que religiosa, porque derivaba más de las relaciones entre los reyes de Francia y España que una crisis de fe.
Desde 1305 se inició el Papado de Aviñón, con siete Papas durante el siglo, hasta que en el 1378 Gregorio XI vuelve a Roma y muere. Aviñón seguía siendo estado pontificio, de manera que se elige un Papa para esta ciudad: Clemente VII. Le sucede el Papa Luna (Benedicto XIII), pero es expulsado del Sur de Francia y va a refugiarse a Peñíscola.
Así, el Papa Luna convierte en 1411 a este parte del litoral Mediterráneo en ciudad pontificia. El castillo Templario se convierte en palacio y biblioteca. Era una fortaleza increíble, que se orienta hacia el Mediterráneo y se separaba de la península cuando subía la marea. Todavía hubo un segundo Papa en Peñíscola, cuando en 1423 le sucede Clemente VIII. Fue Alfonso V de Aragón que obligó a abdicar a este último y se le otorgó el obispado de Mallorca.
Así termina el Cisma de Occidente y el papado de Peñíscola, una célebre anécdota que hizo resaltar la magnificencia del castillo y aumentó el prestigio histórico de la ciudad mediterránea.
Peñíscola, varias ciudades unidas por una lengua de tierra
Se dice que Peníscola tiene dos caras como las monedas: la del casco histórico y la de las playas turísticas. Ambas están unidas por una lengua de tierra, un istmo, que en la Edad Media quedaba sumergida cuando subía la marea.
Peñíscola, ciudad del norte de Castellón situada en la comarca del Bajo Maestrazgo, ha quedado con todo su encanto concentrado en una breve península. Su nombre deriva de su característica situación, una equivalencia entre peña y península, una extensión hacia el mar.
Pero la extensión de la ciudad se ha hecho desde el mar hacia el interior. La Peñíscola histórica se desenvuelve alrededor del castillo templario. Fue tomado por Jaime I en el s. XIII y se construyó la fortaleza sobre una antigua alcazaba musulmana. Por aquí el viajero regresa al pasado, a un enclave fundamental para la cristiandad y para los intereses de la Coroña de Aragón.
Testigo de su historia ha sido siempre el mar. Aquí se vienen a contemplar los envites de El Bufador, donde sopla el Mediterráneo contra la civilización. Alrededor de la historia se distribuyen las playas y más allá los comercios para turistas. Llegan aquí convencidos de la singularidad y la larga tradición, pero también convencidos de disfrutar de paisajes hermosos.
El Parque Natural de la Sierra de Irta ocupa buena parte del término de Peñíscola. Aquella lengua de tierra conecta el pasado con el presente natural y dirige a los viajeros hacia las rutas del espacio protegido.
Durante el recorrido de los senderos aparecen más monumentos como el castillo de Pulpis, la Torre de Badum o la ermita de San Antonio.
Más información | Peñíscola Turismo
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