La historia tiene sus tributos. Corría el año 1748 cuando el rey João V fundó en Alter do Chão la “Coudelaria” (Yeguada) para la cría de caballos destinados al Picadero Real de la corona de Portugal. Aquello fue el origen de una tradición que ha hecho famosa a esta villa en todo el país y entre los amantes de la equitación. La raza lusitana, gracias al Hierro Alter Real, tiene aquí su mejor representante, más aún cuando todos los 24 de abril se celebra la festividad “Leilão de Cavalos da Coudelaria de Alter”.
La pequeña aldea de Flor da Rosa, que da nombre a la Pousada que se levanta en sus dominios, nos sirve de puerta de entrada a Crato. Pocos lugares hay como éste para apreciar la importancia de la artesanía, ya que desde tiempos remotos aquí se ha hecho tradición elaborar delicadas piezas de cerámica.
Dejando atrás Flor da Rosa, escasos tres kilómetros nos separan de Crato a través de la EN-245. Desde lo alto de la colina, el castillo, construido en el siglo XIII por la Orden del Hospital, domina todo el paisaje que rodea a Crato, aunque esta villa también nos invita a ver su iglesia parroquial (de traza gótica) y la capilla barroca de Nossa Senhora do Bom Sucesso.
En Crato dejamos durante unos kilómetros el recorrido que nos marca la EN-245 para girar hacia el oeste y seguir por la carretera local que nos lleva hasta Aldeia da Mata, donde se levanta un dolmen prehistórico. Desde aquí podemos volver a Crato y bajar por la carretera nacional hasta Alter do Chão, o seguir la pista que nos lleva directamente hasta la capital del “cavalo”. Si se elige la segunda opción, aunque la carretera está peor asfaltada, la apuesta merece la pena porque nos introducimos en un mundo donde la naturaleza es la protagonista. Con un poco de suerte, es fácil ver conejos, perdices y jabalíes en los alrededores.
Alter do Chão nos recibe con la imponente torre del Homenaje de su castillo, que levanta sus 44 metros de altura por encima de las hidalgas casas de piedra labrada que pueblan la villa. Pero si algo merece ser visitado aquí es el Centro Ecuestre y de Cría del Hierro Alter Real, donde los caballos lusitanos son los verdaderos protagonistas. La escuela de equitación es el mejor destino posible para aquellos que quieren tomar clases de doma clásica. Además, en cualquiera de los picaderos que hay cerca de Alter do Chão es posible montar algún ejemplar.
Desde Alter do Chão, una carretera local recorre los tres kilómetros que nos separan de Alter Pedroso. A 454 metros de altitud, esta aldea nos muestra su castillo, que fue arrasado por Juan de Austria pero que aún conserva su puerta ojival. Desde aquí arriba, se disfruta también de unas fabulosas vistas de Alter do Chão.
Siguiendo por la EN-245 nuestro coche consume combustible por las rectas interminables que llevan a Fronteira, una bella población que está repleta de edificios religiosos y civiles de los siglos XVI a XVIII. La iglesia parroquial, los Paços do Concelho y la torre del Reloj son tres ejemplos de arquitecturas correspondientes a otros tantos siglos. Las viejas labores del campo también reclaman la atención, pues en sus calles todavía es posible ver enganches de burros y campesinos que van a faenar con aperos propios de otra época.
Diez kilómetros separan Fronteira de Sousel. La EN-245 vuelve a ser nuestra vía de comunicación en el Alentejo, la carretera que nos ha traído hasta aquí desde Crato. En Sousel la iglesia de la Misericordia y la capilla de Nossa Senhora da Orada “compiten” por ver cuál es la más bella. Por cierto, en esta población se encuentra la plaza de toros que, según dicen los lugareños, es la más antigua de Portugal. Toros y caballos, dos bellos animales, juntos en el Alentejo.
Pedro Madera