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Braga está a poco más de 50 kilómetros de Oporto, distancia suficiente para que no se encuentre masificada por el turismo. Cuando se llega a Braga, cuesta reconocer los más de 2.000 años que tiene, y es que la Bracara Augusta ha envejecido, como si se trata de un Benjamin Button, rejuveneciendo. El ambiente de la rúa Dom Diego da Sousa, junto al icónico Arco da Porta Nova, es el de una ciudad moderna, aunque de fondo suenen campanas que parecen salir de siglos atrás a cada poco. Nada extraño por otro lado si tenemos en cuenta que es la capital religiosa de Portugal. Al poco que se preste atención, callejear por Braga resultará todo un viaje en el tiempo que nos lleva desde lo más remoto hasta lo más contemporáneo, paso a paso.
Una escalera que es Patrimonio de la Humanidad
El santuario de Bom Jesus do Monte, icono de Braga, ha sido por fin reconocido como Patrimonio de la Humanidad por su belleza barroca. Su escalinata quita el sentido. Y no porque sea agotadora la subida del Vía Crucis, ya que se puede llegar arriba cómodamente en funicular -el más antiguo de la Península con lastre de agua- y dejar los 5.070 escalones para un tranquilo descenso.
El santuario, edificado a unos 5 kilómetros de Braga, esparce a lo largo de la ladera del cerro del Espinho, capillas, fuentes, jardines clásicos y estatuas como si fuera un laberinto en forma de escalera. Una vez arriba, se disfruta de las vistas de la ciudad y un poco más allá, incluso del río Miño.
Y dos joyas secretas de la arquitectura moderna
Es posible que Braga sea el centro religioso de Portugal, pero esta ciudad ofrece sorpresas mucho más contemporáneas. Una de ellas es la de la Capela Árvore da Vida, del seminario Conciliar de São Pedro e São Paulo, junto al largo da Santiago. Pasa desapercibida por la gran mayoría de turistas, pero no para los viajeros más entusiastas de la arquitectura.
Esta capilla que desprende un curioso aire nórdico fue la vencedora del premio ArchDaily 2011 al edificio religioso con mejor arquitectura. Ahí es nada. Firmada por Cerejeira Fontes Arquitectos, junto a la colaboración del escultor Asbjörn Andresen, el proyecto buscó representar la liturgia religiosa en la forma de un bosque. Eso sí, como todos los tesoros, es difícil dar con ella (sólo se puede visitar los viernes de las 17h a las 18h). Si la excursión a Braga no coincide con el día de apertura, queda el consuelo de visitar la capilla minimalista de la iglesia de la Inmaculada Concepción de Braga, también del estudio de arquitectura Cerejeira Fontes.
Más viejo que la catedral de Braga
Ese es el dicho, y es que la catedral de Braga es la más antigua del país. Fundada en el siglo XII por los padres del primer rey de Portugal, Don Enrique y Doña Teresa, sumó a lo largo del tiempo diferentes estilos arquitectónicos como si fuera un puzle arquitectónico: el románico en su estructura, el manuelino en su revestimiento y el barroco en la profusión de adornos. Aparte de símbolo de la ciudad, su interior es sorprendente: los techos, el altar, las capillas y, sin duda, los dos espectaculares órganos barrocos.
Un secreto eclipsado
Al noroeste de la ciudad, lo suficiente lejos del centro como para ser el descarte de muchas visitas a la ciudad, se encuentra la Capela de S. Frutuoso, una joya visigótica que permite llevar la máquina del tiempo hasta los s. V y VI, hasta la época de la antigua Hispania visigoda. Su arquitectura de líneas contenidas transmite sensación de nobleza y belleza. Diríase a verla que no hay ningún otro estilo más distante a la superlativa escalera del santuario de Bom Jesus do Monte. Vale la pena desplazarse hasta esta parte de Braga solo por ver esta capilla que ha resistido los embates de la Historia y aparece como un pecio de los tiempos pasados.
También hay una Brasileira
No, no sólo está es Lisboa. La Brasileira de la capital lusa tiene a Fernando Pessoa en la puerta, pero esta de Braga -en Largo Barao de Sao Martinho 17- tiene su interior tal como estaba el día de su inauguración, en 1907. Para ser justos, además de las dos de Lisboa (Chiado e Rossio) y la de Braga, hay en Oporto, Aveiro, Coimbra y Sevilha. Si paras a hacer un descanso en tu visita a la ciudad, la especialidad es el café de puchero. Y el grano, por supuesto, de Brasil y bien tostado. Sentarse en una de sus sillas de madera y dejar la taza sobre de mármol de la mesa constituye, en sí mismo, más que un simple gesto, todo un viaje en el tiempo.
Y el viaje en el tiempo definitivo
El museo de Biscainhos es la mejor experiencia inmersiva en la vida aristocrática del S. XVII y S. XVIII. El antiguo palacio es un bello ejemplo de arquitectura civil barroca muy interesante en el que conocer bien la historia de Braga. Su colección de artes decorativas incluye piezas de mobiliario antiguo, cerámica, trajes, pinturas, instrumentos musicales, esculturas, pintura y, por supuesto, azulejos. Y, además, a sólo cinco minutos, está el Jardim de Santa Bárbara, un parque bellísimo donde parar el tiempo un rato y descansar antes de proseguir con la exploración temporal de Braga.
José Alejandro Adamuz