Ya había amanecido cuando llegamos a Aýna. El pueblo de Albacete que el cineasta José Luis Cuerda popularizó gracias a la película Amanece, que no es poco.
Aýna está incrustada entre montañas, por lo que para acceder a ella tuvimos que descender por una serpenteante carretera que discurre junto al mirador del Sidecar de la Rodea Grande. Esta suele ser la primera parada de los fans de la película, pues además de las increíbles vistas, aquí es donde está la réplica de la vespa que condujo Teodoro (Antonio Resines) y el sidecar en el que viajaba su padre, Jimmy (Luis Ciges).
El Sidecar de la Rodea Grande era el punto de encuentro con Juan Ángel, nuestro siguiente entrevistado. Mientras le esperábamos, hicimos lo obvio en aquel lugar: subirnos a la escultura para tomarnos una foto.
Juan Ángel no se hizo esperar. Conocido en el pueblo –y por los “amanecistas”– como el “niño deprimido” por su papel en la película, este delineante albaceteño ya no es tan niño y estaba feliz de recibirnos.
Tras las presentaciones, nos invitó a acercarnos hasta su hostal Miralmundo. Allí nos encontraríamos con Mari Ángeles, su madre y quien inició el negocio.
El balcón de Aýna
Miralmundo es un alojamiento rural ubicado en lo alto del pueblo, por lo que las vistas desde las habitaciones son espectaculares. Lástima que ese fin de semana estuviera completo y no pudiésemos pernoctar en él.
Maria Ángeles y su marido compraron el edificio en 1997, cuando en los alrededores solo había olivos. Cambiaron la panadería en la que trabajaban por la pensión. “Entonces había muchísima gente y el hotel que había en el pueblo se quedaba pequeño”, nos cuenta. Cuando construyeron los cuartos de baño, la pensión ascendió a la categoría de hostal.
“Nuestros clientes son principalmente familias con niños y parejas. También trabajamos con algún grupo porque hacemos alquiler íntegro para ocasiones especiales: cumpleaños, Nochevieja, Nochebuena, etc.”, nos cuenta Juan Ángel, quien se encarga de atender a los clientes los fines de semana.
La calidez con la que nos recibieron representa cómo es el trato con sus clientes. En todo momento, tanto Maria Ángeles como Juan Ángel, su mujer y sus hijas pequeñas estuvieron atentos a que no faltase de nada. Su relación con los huéspedes, tal y como pudimos comprobar, es igual de cercana y familiar.
“Intentamos que estén a gusto, que el desayuno tenga productos que les gustan y tratamos de aprendernos los nombres de nuestros clientes”, nos cuenta.
Además de para parejas y grupos, Miralmundo es ideal para las familias con niños, ya que tal y como nos comentan madre e hijo, es una casa muy familiar donde sus dos niñas siempre están revoloteando por ahí.
“No solamente intentamos que se alojen en nuestro establecimiento, sino que también vivan las costumbres, conozcan Aýna y las comarcas que conforman la Sierra de Segura”, explica. En su página web Miralmundo podéis encontrar varias rutas recomendadas, alguna nos la sugirió hacer aquella mañana, mientras él hacía unos recados antes de ir a comer.
Aýna, “El pueblo que dijo Pepe”
Gracias a José Luis Cuerda, Aýna se ha convertido en un destino cinéfilo. La ruta de Amanece, que no es poco está señalizada con paneles donde se explica qué escena se grabó en cada lugar y hay placas que indican qué extra vivió o vive allí. Por supuesto, también hay un centro de interpretación de la película, situado en la ermita de los Remedios.
Casi todos los vecinos de Aýna participaron en el film. Aunque dudo que haya nadie tan motivado como “el niño deprimido” de Juan Ángel, que incluso organiza quedadas entre “amanecistas” -como se hacen llamar los fans- para recorrer Ayna, Liétor y Molinicos, las tres ubicaciones del rodaje.
Nuestro paseo por Aýna comenzó desde Miralmundo. Lo hicimos a pie, pues no confiábamos en que nuestra gran Merche -la furgoneta de alquiler- cupiera por las angostas calles. Por suerte, era todo cuesta abajo, aunque luego habría que volver a subirlo de nuevo.
La primera visita fue a la cueva del Moro, uno de los lugares más impresionantes del pueblo con vistas a la montaña. De ahí nos dejamos guiar por los paneles de Amanece, que no es poco: la casa de Ngé, el camino de Elena hacia el bacanal, la oda a la calabaza y el semillero de hombres, hasta llegar a la cascada del arroyo de la Toba, la parte más baja del pueblo.
A Aýna también se la conoce como la “Suiza manchega”, por la naturaleza que envuelve a sus pueblos, encaramados en las montañas. Una imagen preciosa pero que, cuando estás en la parte inferior del pueblo y empiezas a pensar en subir, hace que empieces a sudar. Suerte que nosotros tuvimos a nuestro salvador: Juan Ángel, que vino a recogernos en coche para llevarnos a comer.
La deliciosa gastronomía de Albacete
El restaurante escogido por nuestro anfitrión fue Casa Segunda. Un encantador mesón con terraza. El sol comenzaba a picar, aunque no fue impedimento para elegir sentarnos al aire libre. Lo compensaba las impresionantes vistas al valle del río Mundo.
Aýna contrasta con el paisaje de la llanura manchega. Razón por la que la comarca utiliza el eslogan “Rompiendo tópicos, esto también es Albacete”. No podía ser más acertado. Este es un paisaje montañoso y verde gracias al agua de los manantiales que nacen en el pueblo y del río Mundo, que pasa por debajo del valle.
Juan Ángel nos pidió el menú degustación para compartir: ensalada de la huerta, migas, patatas a lo pobre con huevo, menudillos y chuletas de cordero a la brasa. Platos típicos de Aýna. “Tenemos muy buenos productos de la huerta”, explica. Los tomates estaban deliciosos.
“Este no es como otros restaurantes que tienen de todo en la carta. Tiene poca variedad, pero lo que tienen es de primera calidad”. Aquel día, estaba lleno y Juan Ángel parecía conocer a todo el mundo.
El pueblo, a pesar de ser muy tranquilo, rebosaba vida. No obstante, la despoblación es uno de los temas que más preocupan a sus habitantes. “En el colegio solo hay 13 niños. Lo tienen mucho más complicado para relacionarse que antes, que éramos 20”, dice Juan Ángel.
Después de las entrevistas, nos propuso acercarnos hasta el mirador del Infierno, desde donde hay unas excelentes vistas a la sierra del Segura. Un lugar donde la naturaleza abrupta de Albacete no deja de sorprender.
“Castilla La Mancha es una comunidad muy desconocida para el turismo”, dice. “Aunque cada vez se apuesta más por el turismo rural y se potencia el sabor de las comarcas. Hay más restaurantes con estrella Michelín, se está potenciando el azafrán, el consumo del ajo de las Pedroñeras, etc.”
Con el atardecer escondiéndose entre las montañas del Segura tocaba decir adiós a Juan Ángel y a sus hijas, tan cariñosas y alegres. Recuerdo que, durante la entrevista, Juan Ángel nos dijo que lo mejor de su experiencia en el hostal es que reciben a los viajeros dándoles la mano y los despiden con un beso. Con nosotros fue igual. Y nos sentimos muy agradecidos de que tanto él como su familia nos dedicasen un día entero para conocerlos y mostrarnos su pueblo.
Aquí nace el Mundo
Después de dormir en Riópar, a la mañana siguiente madrugamos para recorrer el Parque Natural de los Calares del Mundo y de la Sima, donde nace el río Mundo. Uno de los paisajes más populares de Albacete por su belleza.
Hasta el parque se puede acceder en coche, en su entrada hay aparcamiento. El resto del trayecto hay que hacerlo a pie, aunque es una ruta fácil y ligera. Al menos hasta llegar al nacimiento del río Mundo, luego el camino sigue ascendiendo por unos escalones de piedra, junto al barranco, y deja de ser apto para gente con vértigo.
Lo más destacado del lugar es la cueva de Los Chorros, donde surge el río. Varias veces al año, en época de lluvias, aquí se produce el Reventón. Un rugido ensordecedor acompañado de una gran masa de agua que cae al vacío.
En nuestro viaje no tuvimos la suerte de presenciarlo, pues algunos lugareños nos comentaron que hacía tiempo que no llovía. Incluso habiendo poca agua, el lugar nos pareció maravilloso. Albacete es una tierra sorprendente.
Laura Fernández