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Fabulosas playas, estribaciones montañosas y lagunas tranquilas son “la otra cara” del Alentejo, un hermoso y casi desconocido litoral que contrasta con los paisajes robustos y llanos de sus profundidades. Con el Atlántico como gran protagonista, la costa alentejana es una apuesta segura si buscamos tranquilidad y belleza por igual. De Sines a Santiago do Cacém, con vistas al Atlántico.
Pues sí, hay vida más allá del Algarve. ¡Y qué vida! La costa del Alentejo es uno de los mayores tesoros que nos depara el país vecino. Una grata sorpresa para todo amante de la naturaleza, el surf, la tranquilidad, el buen comer y beber.
Es un destino excepcional para los meses de primavera-verano, que sin embargo no defrauda lo más mínimo en otras épocas del año. Para sus playas salvajes, sus preciosos paisajes y el encanto de sus pueblos de tradición pesquera siempre es un buen momento.
Sines, la cuna de Vasco de Gama
En el distrito de Setúbal, la cuna de Vasco da Gama nos espera. Tras haber enamorado a romanos, visigodos y vándalos, Sines –que vio nacer al primer europeo en llegar a la India bordeando África– hoy sigue abierta al mar y es una de las ciudades más importantes del Alentejo.
Esta población de apenas 18.000 habitantes conserva su esencia marinera pese a su transformación turística y convoca a miles de visitantes cada temporada. Sobre todo en verano, donde a su atractivo natural hay que sumar el Festival de Músicas del Mundo; que cada año se celebra a pie de playa y es bien apreciado por los melómanos dispuestos a disfrutar de la mejor música en el marco incomparable del Parque Natural del Sudoeste Alentejano.
El restaurante O Bejinha resume como es la vida cotidiana en Sines: “Fresco, sencillo, y a la mano de cualquiera.” Así es la vida para locales y visitantes. Lo cotidiano es placentero y eso marca la diferencia.
Hay que aprovechar las vistas privilegiadas del Atlántico y darse el lujo de asomarse sin reparo al Faro del Cabo de Sines para ver cómo el océano se abre ante nosotros presumiendo de su fuerza contra el paisaje rocoso de los acantilados. A pocos metros de la ciudad, también tenemos la oportunidad de bañarnos –si el tiempo acompaña– o simplemente pasear por la tranquila playa de Vasco da Gama (los guiños al navegante oriundo se repiten durante toda la visita), salvaguardada por el puerto, a prueba de olas.
Estamos en un lugar para pasear. Tampoco hay que dejar pasar la oportunidad de admirar las murallas de su antiguo castillo árabe. Una fortaleza medieval con espectaculares vistas al mar que ha sobrevivido a varios terremotos y conflictos como la guerra civil portuguesa.
Rodeándolo, llegaremos a la Casa-Museo Vasco da Gama, donde podremos saber un poco más sobre la historia de esta localidad. Cerca quedan también las iglesias de Sao Salvador y de Nossa Senhora das Salas, otro alto imprescindible. Este coqueto templo del s.XVI es uno de los edificios más emblemático de Sines, y en su interior alberga la imagen de su patrona, que cada agosto es sacada en procesión por la bahía.
En todo caso, la opción de pasear sus calles siempre es maravillosa por sí sola. Nos rodea esa bonita nostalgia que despiertan sus fachadas blanquiazules y, además, estamos en uno de los mejores puertos pesqueros de Portugal. El marisco y el pescado fresco serán los protagonistas de nuestro turisteo gastronómico. Cuidado con irnos sin probar las sardinas de Adega de Sines, o nos perderemos la especialidad de uno de los sitios con más solera del Alentejo.
Las playas
La IC4 nos llevará por la amplia playa de Sao Torpes, cuyas arenas dicen las viejas lenguas que sepultan una desaparecida ciudad. Cuando el viento favorece el oleaje, los amantes del surf y el bodyboard encuentran en ella uno de los mejores escenarios.
Después, las pequeñas carreteras que salen a nuestro paso se acercan a los arenales de la zona, sucediéndose un paraíso tras otro. Las agradables aguas de estas playas se llenan de bañistas en verano que saben lo que se hacen.
La playa de Morgável es un tesoro natural que merece que nos detengamos. Entre dunas, casi salvaje, nos ofrece uno de los paisajes más hermosos de la costa. Ha sido reconocida, además, como la playa más limpia del Alentejo. Y, como todas las de alrededor, también destaca por su seguridad y sus geniales instalaciones que facilitan su disfrute.
Ya que estamos, podemos aprovechar y conocer también la de Burrinho, una playa solitaria y muy codiciada por los surfistas, que además tiene un lago de agua dulce, ideal si vamos con niños.
Pueblos y yacimientos
Nuestra próxima parada es la coqueta Porto Covo. Su aire marinero es cosa aparte. Olvidamos el reloj y con gusto nos perdemos por sus calles adoquinadas de casas blancas. Frente a la costa, arropada por acantilados, la abandonada Ilha do Pessegueiro, con las ruinas de la fortaleza que se divisa en ella, nos hace imaginar –ya que no se puede visitar– un épico pasado de batallas y piratas.
Porto Covo es lugar de buen marisco: nécoras, bogavante, langosta… tenemos derecho a darnos un capricho, y estamos en el sitio adecuado. En la Taska do Xico podremos regar nuestro homenaje con un buen vino verde, mientras disfrutamos de las vistas de su estupenda terraza.
De vuelta a Sines por la IC4, giramos hacia el este para dirigirnos a Santiago do Cacém, apenas a quince kilómetros a través de la IP8. El paisaje de la sierra de Grândola se va colando en nuestras vistas, aumentando nuestras ganas de alcanzar nuestro destino. Al llegar, el castillo de origen musulmán que la corona, nos anima a subir y sorprendernos con una magnífica panorámica de la ciudad. El patio de armas hoy encierra el cementerio municipal.
En las afueras, por la EN 121, podemos visitar las ruinas romanas de Miróbriga (s. I d.C.), ahora convertida en Estación Arqueológica. Al norte de la ciudad, se levantan sobre los restos de un antiguo asentamiento lusitano de aún mayor antigüedad: siglo V a.C. Nos será fácil imaginar la vida de la época reconstruyendo su foro, su mercado central y las casas de comerciantes y artesanos que dan cuenta de aquel rico pasado.
La N-261 nos llevará hasta Vila Nova de Santo André, un pueblo con un marcado acento rural a pesar de las muchas visitas que recibe al año. Su mayor reclamo, por unanimidad, es la laguna de Santo André, a la que podemos acceder fácilmente tomando la carretera local que sale del pueblo.
Abierta al mar por una bella playa, es un lugar mágico donde disfrutar de la naturaleza en estado puro, contemplando su hermoso atardecer o avistando la inmensa variedad de aves que aquí encuentran su hogar.
Actividades para toda la familia
¿Deporte? También es una buena oportunidad para los aficionados a los deportes náuticos sin motor, que podrán recorrerla en kayak. Si lo preferimos, también podemos irnos de safari en el Badoca Safari Park, donde conviven hasta 75 especies diferentes y nos sentiremos como en plena sabana africana.
Y si aún hay ganas de más, se puede enfilar la EN 261 hasta la freguesía de Melides, otro pequeño paraíso que no sabe de jaleo ni bullicio. Esta aldea típica de casas blancas también se abre al océano con una espectacular laguna a la que llegaremos entre pinares y arrozales.
En sus alrededores es posible acampar o disfrutar de alguno de los alojamientos rurales que prometen una estancia perfecta para quienes busquen descansar en un entorno apartado inigualable. Por la zona, no debemos dejar de probar el pato del restaurante Tía Rosa, su afamada especialidad… con razón.
Pedro Madera