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En España tenemos cementerios de lo más variopintos: desde necrópolis monumentales con premios, pasando por aquellos que están al borde del mar, hasta camposantos con un solo difunto. Lo que ignorábamos hasta ahora es que, además, también teníamos un cementerio en el fondo del mar: las cruces de Malpique, en La Palma. Y sí, se puede visitar.
Situado entre los 15 y 20 metros de profundidad en las proximidades de la playa de Malpique, al sur de la isla canaria, este panteón marino es, según Turismo de La Palma, una de las inmersiones “más solicitadas de esta isla” por los buceadores de todos los niveles. Y no es de extrañar pues, tal y como indica Dive SSI, estas 40 cruces de piedra son el hogar de numerosos organismos marinos y entre ellas se pueden ver mantarrayas, angelotes o caballitos de mar, entre otras especies.
Hay que aclarar que, aunque no hay cuerpos enterrados -pues el suelo está compuesto de arena y piedras- las cruces sí aluden a difuntos. Cada una de ellas corresponde a uno de los 40 jesuitas que fueron asesinados en este mismo punto por corsarios franceses.
El memorial, dedicado a los conocidos como mártires de Tazacorte y situado en una Reserva de la Biosfera de la Unesco, data del año 2000. No obstante, los trágicos hechos son muy anteriores.
Objetivo: evangelizar Brasil
Para conocer la historia del cementerio de cruces de Malpique habrá que rebobinar varios siglos atrás. Más concretamente al XVI, al inicio de la Edad Moderna. Por aquel entonces, los europeos ya habían descubierto la existencia de América y los viajes al “Nuevo Mundo” eran cada vez más frecuentes.
Entre aquellos que se aventuraron a cruzar el Atlántico, también había evangelizadores que vieron la oportunidad de extender su fe y religión. Para que nos hagamos una idea, según el Diccionario de Historia Cultural de la Iglesia en América Latina: “Solo en España partieron para toda América unos 200.000 misioneros”. Los primeros en hacerlo fueron los franciscanos, seguidos de los mercedarios, dominicos, agustinos y, por último, los jesuitas.
Los protagonistas de esta historia eran precisamente los misioneros de la Compañía de Jesús. Un grupo de más de 70 jesuitas de origen español y portugués que, capitaneados por el sacerdote luso Ignacio Azevedo, partieron de Lisboa con rumbo a Brasil el 5 de junio de 1570.
Según Los mártires de Tazacorte: algunos puntos problemáticos, escrito por el investigador y catedrático Pedro N. Leal Cruz, a los ocho días de navegación llegaron a Funchal, la capital de Madeira, donde poco después el grupo decidiría separarse. 40 de ellos, incluido el padre Azevedo, continuaron navegando en el barco El Santiago hasta llegar a la isla de La Palma, donde pararían a mercadear antes de volver a reunirse con el resto.
Sin embargo, el temporal no se lo puso fácil y, aunque la idea original era atracar en el puerto de Santa Cruz de La Palma, el mal tiempo hizo que tuvieran que refugiarse en Tazacorte. Allí fueron acogidos por un amigo de Azevedo, el señor de Monteverde y Pruss, hasta mediados de julio, momento en que retomaron su marcha. En la casa actualmente hay una placa donde se reconocen los hechos.
Según el historiador Jesús Guillermo Rodríguez, que escribió sobre el tema en Los Mártires de Tazacorte o de Brasil, durante su estancia en Tazacorte, además, Ignacio Azevedo “celebró por última vez la Eucaristía”. Y, aunque hay controversia entre los historiadores sobre en qué templo se realizó, si en la ermita de San Miguel o en la de La Virgen de las Angustias (ambas eran propiedad de Monteverde y Pruss), en lo que sí coinciden es que, “según cuenta la tradición, el Padre Ignacio, al sumir la sangre del Señor tuvo la revelación de su martirio”, dejando en el cáliz la marca de sus dientes.
«El Ángel Exterminador»: de quemar La Habana a asesinar a jesuitas
El 15 de julio de 1570, a pesar de esa revelación, los 40 tripulantes decidieron intentar de nuevo atracar en el puerto de Santa Cruz de La Palma. No llegaron muy lejos. A tres leguas de Tazacorte, a la altura del faro de Fuencaliente, los jesuitas fueron embestidos por Le Prince, el buque capitaneado por el pirata y corsario francés Jacques De Sores.
De Sores quizá no sea tan famoso como Francis Drake, aunque era igual o más sanguinario. Conocido como “El Ángel Exterminador” (solo con el nombre ya podemos hacernos una idea), unos veinte años antes de embestir a los jesuitas en La Palma, el corsario francés arrasó con el puerto de Santa Cruz. No obstante, por lo que realmente era conocido fue por saquear e incendiar La Habana (Cuba) en 1555.
Se conoce que era protestante, así que tampoco tuvo piedad con los misioneros españoles y portugueses. Justo allí, frente a Fuencaliente, De Sores y su tripulación abordaron El Santiago, apuñalaron a los evangelistas y los arrojaron al mar.
Hoy, 40 cruces situadas en el fondo del Atlántico recuerdan a cada uno de esos misioneros. Fueron colocadas en el año 2000 por iniciativa de José Feliciano, ex director del Patronato Municipal del Museo Naval de Santa Cruz de La Palma. En la inmersión participaron expertos submarinistas de la zona.
Los mártires de Tazacorte o Brasil
Las víctimas del navío El Santiago fueron reconocidos como mártires de la fe en 1623 por el papa Gregorio XV. Poco más de un siglo después también lo haría Benedicto XIV; mientras que a mediados del XIX sería Pío IX quien declarase su beatificación. Por ello, cada 15 de julio se celebra en España la Fiesta de los Mártires de Tazacorte.
Cómo visitar el cementerio de cruces de Malpique
El cementerio submarino de Las cruces de Malpique -o de los mártires de Tazacorte, como prefieras llamarlo- está situado en una zona declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco, frente a la playa de Malpique. Se trata de una de las inmersiones más populares de La Palma, ya no solo por el conjunto de cruces y su historia, sino porque al ser una isla de origen volcánico, bajo el mar también es posible ver coladas de lava solidificadas.
Es una zona con mucha vida, ya que actualmente las cruces sirven de hogar a diferentes organismos marinos como nudibranquios, morenas, rayas, mantarrayas, peces globo, caballitos de mar e incluso angelotes, una especie de tiburón muy común en las Islas Canarias.
Según SSI (Scuba Schools International) y Turismo de La Palma, se trata de una inmersión sencilla -es apta para los Open Water– y se realiza desde la playa. Para ver las cruces de Malpique se baja entre los 15 y 20 metros de profundidad, aunque generalmente no suele haber fuertes corrientes y la visibilidad del agua es bastante buena. Algunos de los centros que ofrecen esta inmersión son Blue Magma Diving, Buceo Isla Bonita, Punkfish Diving o Blacksand Diving.
Los submarinistas más experimentados, además, pueden completar esta inmersión con una visita a la torre de Malpique, “una masiva aguja de roca volcánica de unos 20 metros de altura que despunta verticalmente desde una profundidad de 50 metros y está cubierta de coral negro”, según Turismo de La Palma. En este caso la inmersión es mucho más exigente, ya que se baja hasta los 45 metros de profundidad.
Laura Fernández